Me pregunto si los diputados saben hacer algo más que no sea corregimientos, fiestas patronales o nombrar gente en el gobierno. No tienen qué ofrecer; son un lastre que en muchos casos nos cuesta mucho más dinero que el simple salario; no velan por los intereses de sus electores ni los del país; algunos tienen a delincuentes nombrados en sus planillas; muchos no saben hablar y menos escribir; el nivel de comprensión de lo que leen es de un niño de segundo grado; no cuestionan lo que está mal, sino lo que perjudica sus intereses, y son obedientes mandaderos de los peores intereses políticos, empresariales y hasta delincuenciales.
El presidente de la República parece ser un invitado en su propia casa: aprueba cuanto mamotreto le mandan los diputados; guarda silencio cómplice frente al robo descarado de los recursos del Estado; no se preocupa si en su gobierno trabajan narcotraficantes, porque nadie hace algo por reglamentar las credenciales para ocupar un cargo público; saber dónde y de qué se gradúan los aspirantes a servidores públicos; si tienen condenas por delitos comunes o contra el Estado. Pareciera que nuestro gobernante tiene la autoridad de un mensajero.
Los partidos políticos no tienen qué ofrecernos, y eso es un hecho. Creo que, si no despertamos para 2024, sufriremos el peor escarmiento desde la invasión. Y sea quien sea que gane las elecciones, francamente no sé qué va a celebrar. Tenemos la CSS a punto de su completo desplome y esto afecta a todos los trabajadores y empresas que pagan cuotas, así como a jubilados y pensionados, y habrá que enfrentar el pago de cuantiosas deudas, dinero despilfarrado y robado en muchos casos. La capacidad de maniobrar la habremos perdido y lo que nos viene lo lamentaremos amargamente, porque siempre esperamos hasta el último minuto.
Y cuando haya que pedir cuentas por el desmadre, todos estarán escondidos o culpándose mutuamente. Nadie será responsable ni culpable de nada, porque el Estado es de todos… en cuanto a derechos… Y de nadie… en cuanto a deberes. Pero quizá haya esperanzas, aunque dependerá de a quién elijamos en 2024. Si el pueblo panameño cae otra vez con más de lo mismo, pues bien merecido tendremos el escarmiento.
Aunque los tiempos no son los oficiales, la verdad es que ya cruzamos el umbral de una larga campaña electoral, aunque —como todos sabemos— la mayoría de los funcionarios electos en 2019 empezaron su campaña un día después de tomar posesión. Y, obviamente, con plata del Estado, sin que la Fiscalía Electoral se dé por enterada. Preparémonos para esta larga campaña, que definirá si queremos un nuevo y democrático Panamá o continuar con nuestra autodestrucción, abanicada por políticos cuyo mayor talento es sacarle buen provecho económico a nuestras desgracias.


