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COLUMNA

Sábado Picante

Parecían aletargados, casi bostezaban. No se estiraron porque uno de ellos decidió echarse un discursito frente a una cámara para hacernos saber que dejaron el largo asueto, para ver qué inventaban para acallar los gritos de rabia en las redes sociales que reflejaban el hartazgo por la indiferencia y la notable ausencia de funcionarios en las zonas inundadas en Chiriquí, que habían pasado inadvertidas para ellos. Los ministros –porque el presidente está en cuarenta y Sonrisita, ocupado en los desfiles virtuales– llegaron a Chiriquí a tiempo para ver algo de las inundaciones.

No vi que llevaran botas de caucho ni capotes, así que supongo que las brillantes soluciones se concebirían en el interior de una de esas lujosas camionetas alquiladas por la Presidencia por más de $10 millones o en alguna oficina refrigerada, repleta de cámaras y celulares para grabar el histórico momento en el que algunos ministros abandonaron la cama para mercadear la “veloz” respuesta del Gobierno a la calamidad en Chiriquí.

Dada la presencia de tan distinguidos miembros del Ejecutivo en tierras tan lejanas, algunos personajes oportunistas locales se habrán presentado para hacerse alguna selfie junto a ellos, a fin de mercadearse en las redes como salvadores, con fondos estatales. Como quien dice: “El de la foto soy yo; no deje de votar por mi en las elecciones de 2024”.

El desastre en el occidente del país es claramente grave, pero solo alcanzan a ir unos pocos ministros. No criticaré la ausencia del vicepresidente o de los diputados, pues creo que es mejor que no estorben o se expongan a un linchamiento, porque bastante fresco está el asunto del crédito de $23 millones que nadie duda de su destino final. Para alguien que lo ha perdido todo, verse frente a uno de ellos, puede terminar con la pérdida total de la razón.

Y aunque este no es el momento, las personas deben pensar bien cuando eligen a sus gobernantes, diputados, alcaldes y representantes. Necesitamos estadistas, no sinvergüenzas que roban y que no les importa la gente que depositó su confianza en ellos. Duele admitirlo, pero quejarnos de su manifiesta incapacidad es quejarnos también de la nuestra, pues la responsabilidad de que ellos no estén con sus electores en momentos como estos es solo nuestra.

Pero, en medio de la tragedia y la indiferencia de los políticos de hoy, es esperanzador ver a los voluntarios hacer el trabajo sin esperar una foto, un contrato, una botella, un reconocimiento. Lo hacen convencidos de que hay gente que los necesita, quizás con la esperanza de ver el rostro de los que ayudaron el alivio o una sonrisa de agradecimiento.

Pero como el mundo es como es, espero que esta tragedia no sea la excusa para que algunos hagan más negocios de los que han hecho con la pandemia, como el del hospital modular. Porque si hay algo que a los políticos no los deja dormir, es ver desperdiciada una oportunidad.


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