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Sábado picante

Sábado picante

La Autoridad Nacional de los Servicios Públicos (Asep) es un absoluto bulto para los clientes residenciales y pequeños empresarios de las compañías extranjeras que comercializan la energía eléctrica. De autoridad nacional tiene sólo el nombre, pues no hay nada más inútil e ineficaz. Como yo, hay miles más de usuarios de los servicios de dos empresas que comercializan la energía: una que da el servicio para los clientes en Panamá y otra que dizque proporciona la energía en Coclé y otras provincias del interior del país.

También sé que no hablo por mí solo cuando digo que a diario sufrimos –especialmente en el interior –, porque la luz no solo se va a diario, sino varias veces al día; por facturaciones que nadie entiende; por el cobro de consumos totalmente desquiciados y obviamente, inventados; por aparatos eléctricos que se estropean irremediablemente a causa de fluctuaciones capaces de dañar, incluso, los aparatos para medirlas; por las costosas inversiones en equipos que hay que hacer para prevenir daños, y por la energía más cara del planeta.

Pero, especialmente, sufrimos porque, teniendo cómo castigar la indiferencia y la negligencia de estas empresas, nada pasa. Es que esta gente de la Asep tiene la agilidad y la disposición de trabajo de un cadáver. Si la pandemia hubiese tenido que ser atendida por la Asep, y los hospitales fueran de estas empresas, aquí estaríamos igualitos a ellos: bien muertos.

Dice la Asep que su visión es “ser una autoridad innovadora en materia de regulación de los servicios públicos, promoviendo la eficiencia y el cumplimiento de los niveles de calidad de los mismos, en los aspectos técnicos, comerciales, legales y ambientales”. Por supuesto que esta es la forma –nada sutil– de reírse de nosotros y nosotros de ellos, pues tal visión es broma. Y si ese fuera mi trabajo, les habría ahorrado tanta palabrería sin sentido a unas cuantas palabras más realistas: “Ser la autoridad más incompetente del país”.

Hace poco, la Corte Suprema de Justicia falló a favor de la Asep, luego que una de estas empresas intentara invalidar una multa de $1.2 millón. Pero no sé por qué tengo la sensación –aunque lo sospecho– de que, sin que lo sepamos, aportaremos a una gran “vaca” para pagarla. Como dice Edwin Cabrera, “piensa mal y acertarás”.

Y, precisamente, por esta razón y porque sé que la Asep no le sirve ni un gramo a los pequeños clientes, es que ya estoy ahorrando para el cuentón de enero, porque seguramente ellos –empresa y autoridades– son los únicos seres capaces de ver brillar las fulgurantes e inexistentes luces de Navidad que no hay en mi casa... y en la de miles de clientes más, que no solo no han puesto nada, sino que hasta están ahorrando para no tener que pagar tanto. Pero, estimados amigos y vecinos, no habrá tal ahorro. Como ocurre cada mes de enero, pagaremos por lo que no consumiremos.


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