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Sábado picante

Sábado picante

La Navidad es una fiesta tradicionalmente familiar. Este año, se supone que debimos celebrarla en el núcleo más íntimo familiar, pero después de ver imágenes de la concurrencia de la gente a los supermercados en víspera de la Navidad, me han despertado dudas sobre qué tan familiar es. Yo creía que, sin importar qué hubiese sobre la mesa –un pollo, huevos, tuna o jamón– lo importante es que la familia goce de bienestar y salud.

Pero nunca cruzó por mi mente el poder de convocatoria que tiene en Panamá un jamón o un pavo en medio de esta pandemia, responsable de la muerte de casi 4 mil personas. Y, a menos que el Gobierno haga algo, veremos la mismas imágenes en la víspera del Año Nuevo. Y el que celebrará tanta irresponsabilidad será el virus, cobrando –de seguro– algunas decenas de vidas más, porque, en el afán de comer pavo, descuidamos nuestra propia seguridad y habremos puesto en peligro a todos los que nos acompañaron a comer las insustituibles viandas.

Será un panorama parecido al del Día de la Madre o a las festividades “patrióticas” de noviembre, que luego de éstas, se dispararon los contagios… y las muertes. Nuestro amor por la superficialidad y por lo material terminará arrastrándonos a la lamentable situación de vernos a nosotros mismos o a nuestros seres queridos sufriendo la agonía del contagio o el dolor al enterarnos de la muerte de un familiar, pues ni siquiera podremos acompañarlos en sus últimos momentos o al sepelio. Y todo por un jamón. He subestimado esta nueva moneda de cambio, pues con un jamón al año, hay quienes están dispuestos a renunciar a su futuro.

Después de almacenes y supermercados, para enero las filas se formarán en los cuartos de urgencia de todo centro hospitalario y cuanta clínica haya, con el desalentador panorama de escasez de camas y médicos. Esa será la resaca de la fiesta, aunque nada de eso nos quitará lo fiestado ni lo bailado. Espero que ese sea un buen consuelo para quien eligió “rifársela”.

La comedera y la gozadera serán de recordación. El “parking de la Navidad de la pandemia”, contarán los sobrevivientes a los que estuvieron “guardados” por el miedo al contagio. Yo espero que los contagios y las muertes sean mínimas.

Por ahora, el promedio de muertes por la Covid-19 es de unos 12 diarios en estos diez meses de pandemia. La cifra dice poco por sí sola, pero consideremos que tal promedio de muertes es el equivalente al exterminio de toda la población de Lídice, en Capira, o más de la mitad de la población del corregimiento de Ancón, en Panamá, o de Chepo (cabecera). Si aún no le dice nada, piense en esto: doce muertes diarias equivale a la muerte del padre y madre de su cónyuge, de su cónyuge, de sus dos cuñados, de sus tres hijos y de sus cuatro nietos. Cuatro generaciones, eso es lo que perderíamos. Piénselo antes de formarse en la fila del pavo o el jamón de Año Nuevo.


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