Memoria de la Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia (Senniaf) 2020, página 2: “En el buen gobierno no dejamos a ni un niño o niña atrás, trabajamos en equipo para asegurarles condiciones de vida digna. Reitero mi compromiso con todos y cada uno de ellos”, Laurentino Cortizo, presidente. La cita va con su foto, de rodillas ante un menor. Junto a la de él, otras cuatro fotos: Gaby Carrizo; María Inés Castillo, ministra de Desarrollo Social, y Sara Rodríguez y Carla García, hoy exdirectora y exsubdirectora de Senniaf, respectivamente. Todos postrados ante un niño. Taquilla pura y dura.
Veamos las fantasías –que la Senniaf llama “valores”– frente a los hechos descubiertos por las diputadas investigadoras del escándalo de esta institución. “Calidad y excelencia”. Realidad: “La institucionalidad del país se ha visto diezmada en materia de niñez y adolescencia por diversos factores, entre ellos está́ la politización del Senniaf, una inversión pública en niñez insuficiente, de poca calidad y efectividad…” Otro supuesto valor: “Identidad”. Hecho: “Nuestro país es o se acerca a ser un Estado fallido en temas de niñez y adolescencia”. Otro valor del que presume: “Coherencia”. Realidad: “Hay un evidente distanciamiento entre lo que se piensa y hace desde el despacho superior de Senniaf y el resto de unidades ejecutoras…”
“Compromiso”. Cuento: “En la comparecencia de la exdirectora Sara Rodríguez, se pudo confirmar el fracaso en la gestión de los albergues por parte de Senniaf”. “Responsabilidad”. Realidad: “Si bien Senniaf cuenta con algunos documentos de protocolos y manuales que han sido producto de consultorías técnicas, los mismos no se ponen en práctica…” “Empatía”. Más ficción: “Comprobamos –dijeron las diputadas– el hecho de que el país no cuente con un Sistema de Protección Integral de la Niñez y la Adolescencia…” “Trabajo en equipo”. Hecho: “En el plano operativo, existe una débil coordinación del aparato público, tanto de forma transversal [entre organismos] como vertical [entre distintos niveles administrativos]”.
Otro valor: “Sensibilidad social”. Hechos: La Senniaf “no tiene una verdadera política de interculturalidad que garantice el reconocimiento pleno de los derechos de los NNA [niños, niñas y adolescentes] pertenecientes a poblaciones indígenas y afrodescendientes, así́ como de la población migrante”. “Transparencia”. Más inventos. La “Senniaf no cuenta con un verdadero sistema nacional de información gerencial sobre niñez y adolescencia ni con una estrategia orientada a producir investigaciones que le permitan a la institución tomar decisiones basadas en evidencia”, advierten las diputadas.
Hasta la última página, la memoria cuentea. Cierra con una ilustración de niños sonrientes con una pancarta que dice: “Una intervención oportuna cambia vidas”. Pero lo contrario también cambia vidas: “Constatamos que existen evidencias concretas de abusos, violencia y maltratos físicos a niños, niñas y adolescentes albergados…”, sentencian los diputados. No creo que haya algo que añadir.