Esta semana ha sido surrealista en muchos sentidos, y todo por las vacunas. Las palabras del ministro Paco Sucre encontraron eco nada menos que en la ministra consejera Eyra Ruiz, quien dijo que no hay forma de vigilar las más de un millón de vacunas aplicadas, refiriéndose a la vacunación clandestina. Supongo que si el contralor confiesa que eso tampoco se puede con cada dólar de los más de $20 mil millones que se gastan los políticos en el presupuesto nacional, eso también habría que justificarlo. (En mi opinión, nadie le sigue la pista a ese dinero).
Eyra Ruiz ocupa un cargo que el presidente Laurentino Cortizo se inventó para ella. No estoy claro sobre las funciones de un “ministro consejero”, pero, si nos vamos a lo de “consejero”, está claro que Ruiz es más que eso, pues también toma decisiones y las ejecuta. Por ejemplo, ella dirige la Estrategia Continua de Vacunación (PanavaC-19) y, de acuerdo con la jefa nacional de enfermería del Ministerio de Salud, Eusebia Copete, Ruiz es la que aprueba la entrega de las vacunas.
En otras palabras, Eyra Ruiz tiene la llave de las vacunas. Cuando recibió esa responsabilidad, aseguró que el plan nacional de vacunación se desarrolló “siguiendo los principios de equidad, en el que todos los panameños tendrán acceso a las vacunas…”. Lo que hemos visto en las últimas semanas no está consignado en ningún plan de vacunación y, de equidad, nada. Ha habido privilegios, que ella misma aprobó, como la vacunación en la Asamblea Nacional. También prometió transparencia, pero una vacunación clandestina tiene de transparente lo que Ruiz tiene de buena fama.
Ahora nos enteramos de que se le perdieron las llaves en la vacunación del Toro, pues dijo que nada sabe de eso, que la que sabe es la jefa nacional de enfermería del Minsa, quien está en la embarazosa posición de conservar su puesto o decir quién le dio la orden para inmunizar a su alteza real. Y, para su mala suerte, los usuarios de las redes no cesan de ver a la ministra consejera en cada escándalo que tiene el Gobierno, comentarios que ni me constan ni me extrañan.
Ahora bien, en el asunto de gobernar, hay una vieja máxima que a los políticos panameños les importa un bledo. Parafraseándola, en esto de ejercer un cargo público no basta con ser honesto, sino también parecerlo. Y Eyra Ruiz no goza de la confianza ciudadana. El único que puede tomar cartas en ese asunto es el presidente de la República, pero, por lo visto, ha decidido pagar gustosamente el costo político de tener en su gabinete a una persona que, teniendo las llaves del cerrojo, dice que no sabe cómo llegaron las vacunas al vacuno.
Entonces, todos estos escándalos en los que se menciona a Ruiz —con o sin razón— se originan en el hecho de que, siendo el único que puede pedirle la renuncia, el presidente no lo hace. Conclusión: Nito Cortizo nos mintió cuando prometió en su campaña que en su gobierno no habría intocables. Eyra Ruiz es otra intocable.


