Esta semana, el periodista Leonardo Grinspan, de este medio, publicó un reportaje sobre la graduación de funcionarios –y miembros del PRD– de una maestría de gestión pública, financiada en gran parte con fondos no reembolsables del Ifarhu. Es una noticia agridulce. Por un lado, creo firmemente en que nuestros servidores públicos deben ser entrenados para la gestión pública. Esta es una labor que corresponde a los partidos políticos, pero es obvio que eso nos les importa, porque ahora no se va a gobernar, sino se saquea toda la plata que se pueda al Estado para tener carros y casas de lujo, viajes, joyas y los caprichos que no pueden costearse con un miserable sueldo de $7 mil al mes.
Así que de gestión pública, nada. Aún así, se hacen esfuerzos para que los funcionarios aprendan a qué se enfrentan cuando ocupan un cargo público. Y eso lo hizo la universidad Aden, que imparte esta maestría. Es una lástima que el criterio para postular y financiar el curso haya sido la caricatura que nos dibujó el director del Ifarhu. La gestión pública no es cosa que solo atañe al PRD o a sus funcionarios. Atañe a todos los políticos, incluso a los de oposición. Pero, claro, el Estado es un pastel que el que reparte y reparte se queda con la mejor parte o con todo.
La miseria que define este principio de gobernabilidad es que, al practicarlo, los gobernantes de hoy se disparan al pie. ¿De qué le vale a los partidos perdedores tener en sus filas a eruditos en gestión pública, si los que gobiernan se preguntan qué es una declaración jurada de bienes patrimoniales? Pues eso es lo que pasará con el PRD. Perderá las elecciones y entonces verá florecer la miseria de sus principios: ignorantes irán al poder y ellos serán sus víctimas. Todo porque nada más el PRD –y nadie más– debe saber sobre el tema.
Un principio de gestión pública no es tomarse el país ni sus instituciones ni secuestrar su dinero ni monopolizar la educación ni apropiarse de lo que es de todos. Mucho menos es darle tratamiento de botín de guerra al patrimonio de la Nación y repartirlo entre los que ganan unos comicios, como ha sido la tónica hasta ahora de todos los partidos políticos. Pero en el Ifarhu, su director, se ha comportado como el dueño de las becas, repartiéndolas entre sus copartidarios, premiándolos por ser miembros del partido conquistador, el PRD.
En conclusión, el señor Bernardo Meneses ha debido apuntarse como el primer alumno en esta maestría de gestión pública, pues su actuación al elegir a sus becados –basándose primordialmente en su afiliación política– es, precisamente, lo que se busca erradicar con buenas prácticas de gobernabilidad. Seguramente tendrá oportunidad de matricularse y aprender que el Ifarhu no es un botín. Quizás también aprenda que el país no le pertenece a su partido, que es de todos por igual. Si no lo aprende, será dinero botado, como casi todo lo que hacen los políticos por el país y algunos de los becados del PRD, que tras graduarse de la maestría, no aprendieron nada sobre gestión pública. Siguen siendo fieles al partido y no al país. ¿No es verdad, señor Ahumada?


