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Sábado picante

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Quisiera que alguien me aclarara si cambiar el césped del Rommel Fernández —a un costo de $1.7 millones—, ¿es un negocio multinivel o debo internarme con camisa de fuerza? Archivo

Después de décadas de estudiar y reportar sobre la cultura de la corrupción, he concluido que el negocio multinivel es una buena copia de la matriz usada por los funcionarios para robar al Estado. No hacen falta explicaciones de este sistema si se conoce cómo funciona, pero para los que lo desconocen, el asunto es relativamente sencillo.

Si el negocio multinivel es vender ollas, pues su inventor buscará unas de buena calidad que venderá a las bases de su pirámide en diez veces su valor real, pues resulta que hay que pagar comisión a todos los que están por encima de la base de la pirámide. Usemos la jerarquía de los números para definir la posición de los integrantes de las redes.

Los que compran en la base de la pirámide serían algo así como los No. 5, y esos reciben una comisión por sus ventas. El No. 4 cobrará comisión de las ventas que hagan los No. 5 y que formen parte de su pirámide. Luego, los No. 3 reciben comisión de todas las ventas hechas por debajo de su posición. Luego interviene el No. 2, que cobra su comisión de las ventas de los que están por debajo de su posición. Y el No. 1 cobra de todas la ventas de su red y, eventualmente, se vuelve millonario, al igual que su No. 2, aunque no tanto.

Entonces, si hay que pagar comisiones a 5 personas, no debemos esperar que el producto sea barato. Este esquema es el que usan los funcionarios panameños y sus colegas corruptos en otras partes del mundo. Para los servidores públicos, la cosa sería así: un tipo de alta jerarquía conforma su propia red, que puede incluir el segundo al mando, un par de mandos medios y otro par más abajo. Y, por supuesto, una lista de empresas que siempre serán las ganadoras en todo acto público directo o por concurso en esa institución o instituciones, pues sus jefes se pueden aliar para ampliar la base del negocio.

Por cada proyecto que estos empresarios reciben del Estado, deben pagar a todos los que son parte de la cadena de corrupción en la institución que adjudicó el proyecto. Así, una obra que debe costar $1 millón, termina costando $2 millones. En la mayoría de los casos, también deben pagar comisiones a otras redes, ya que una obra del Estado pasa por varias instituciones y en todas ellas hay que pagar peaje o rendir tributo.

Hay infinidad de ejemplos, solo hay que recordar... o mirar alrededor. Pasó con Blue Apple, pasó con Odebrecht. Y ahora, a los flamantes funcionarios de turno, cuando justifican sus bodrios, solo les falta el nimbo sobre sus cabezas, porque si algo sobra en el gobierno son santos. Santos ministros; sacrosantos diputados, santurrones alcaldes, santificados representantes. Y nosotros —las víctimas—, los locos de atar de la película. ¡Alucinamos!

Por eso quisiera que alguien me aclarara si cambiar el césped del Rommel Fernández —a un costo de $1.7 millones—, ¿es un negocio multinivel o debo internarme con camisa de fuerza?


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