BARDAS EN REMOJO. Gastos millonarios en publicidad estatal; autos para transportar altos mandos del gobierno; aumentos en la planilla estatal... Podríamos estar hablando de Panamá, pero no. Se trata de Colombia, que ha planteado una reforma para subir los impuestos a la población, pese a no haber contenido el gasto público. Ojo con el gobierNito. Ya lo dijo el ministro Alexander: la cosa está seria... pero el relajo con el erario no para.
VAYA VAYA. Pocas dependencias del Estado logran ser menos transparentes con herramientas que son para ser más transparentes. Tienen canal de TV, página web –con transmisión en vivo– y voto electrónico, pero eso no impide que diputados como Roberto Ábrego, presidente de la Comisión de Credenciales, pretenda sesionar a puertas cerradas, sin medios de comunicación presentes, curiosamente para revisar unas 10 denuncias contra magistrados de la Corte Suprema. ¡Qué bellaco!
PLOP. Parece que el proyecto de ley 325, que busca limitar a seis meses los tiempos para las investigaciones preliminares del MP, tiene ya una defensora: Corina Cano. La diputada ha dicho que ahora mismo no existe un término para que se realicen esas investigaciones. ¿Acaso no ha leído el Código Procesal Penal? ¿Para qué le piden opiniones al Procurador General de la Nación, si luego hacen lo que les da la gana?
CONGELADOS. La reina madre fue a visitar el pasado fin de semana a los príncipes. Ambos están más bien portados que pichones en su nido. Ya ni tras hay de los asados, las visitas premiadas, las pachangas y todo lo demás. Así que, al menos uno, pudo disfrutar de apacibles momentos con su familia –además de su madre– pues hacía tiempo que no los veía.
EL CANTANTE. Entretanto, el protector de los muchachos sigue en serios problemas y para tratar de disminuir la presión sobre su azarosa detención está cantando tanto, que lo de él ya parecen conciertos, solo que la letra de sus canciones no es cosa que uno quiera cantar ni siquiera bajo la ducha. Su entrada a la lista Clinton lo tiene preocupado, pero no solo a él. Sin embargo, hay quienes siguen jugando con fuego. Después, la quejadera y la lloradera.