Los últimos reportes, suministrados en días pasados por el portavoz de la Dirección de Aeronáutica Civil, Rolando Rodríguez, dan cuenta que, en efecto, los motores de la aeronave no fallaron, con lo que se confirman los informes preliminares según los cuales pudo haber sido una falla humana la causante del accidente.
El personal de los laboratorios de la NTSB, en Washington, procede ahora a practicar peritajes a "uno de los elementos esenciales para esclarecer definitivamente lo que pudo haber ocasionado el siniestro, es decir, el voice recorder o grabadora de voz".
Según Rodríguez, "tan pronto se reciba el análisis minucioso de este elemento por parte de la NTSB, se procederá a la elaboración y conclusión del informe final".
La muerte en 120 segundos
El siniestro ocurrió en el aeropuerto de carga de Tocumen el viernes 2 de julio de 2004, aproximadamente a la 1:40 de la tarde. Hacía un tremendo calor y el estruendo ocasionado por la explosión del aparato, un Westwind 1124 siglas N-280 en funciones de aeroambulancia, se escuchó a varios metros a la redonda.
La aeronave, con capacidad para ocho pasajeros, provenía de Ecuador y se dirigía hacia Estados Unidos. A bordo iban las ciudadanas italianas Alessia Mairati, de 17 años de edad, y su madre Paola Di Gregorio, de 40 años de edad; los estadounidenses Hayward Daisey, de 59 años de edad; Morris Morrow, también de 59 años de edad y piloto de la aeronave; Steven Herbert, de 21 años de edad, y Barry Scott White, de 37 años de edad. Todos murieron.
También falleció el panameño Santiago Velásquez, de 35 años de edad, un mensajero de la compañía de carga Gerard, S.A., quien caminaba cerca del lugar del siniestro y fue aplastado por el aparato.
Los informes preliminares revelaron que el avión despegó del aeropuerto de la ciudad de Quito a eso de las 10:20 a.m.; aterrizó en Panamá un par de horas más tarde y avanzó a la plataforma en la terminal principal. La tripulación pidió a la empresa de despacho de vuelo Aero Support, S.A., 600 galones de combustible "jet a-1".
Luego, el piloto solicitó que le agregaran 501 galones de combustible al tanque principal y otros 100 galones al auxiliar. Es decir, la aeronave fue suplida con mil 201 galones, que no estaban contaminados según determinaron posteriormente los peritos Eunides Pérez, jefe de la Unidad de Prevención de Accidentes de Aeronáutica Civil, y Justo Campos, investigador del accidente.
De acuerdo con informes publicados un mes después del siniestro, al momento del despegue (1:38 p.m.), el piloto conversaba de distintos temas con los pasajeros y prestaba poca atención a las instrucciones de la torre de control.
La grabación del aparato registró al piloto cuando hablaba con los pasajeros sobre la construcción del Canal de Panamá, el turismo por esa ruta marítima y otros temas variados, mientras el controlador de la torre le daba las instrucciones para el despegue.
Incluso, Humberto Chavarría, entonces subdirector de Aeronáutica Civil, explicó en aquel momento que el piloto equivocó la pista para despegar y tuvo que suspender la salida; es decir, se le dijo que podía despegar por la pista 0.3 izquierda y el piloto intentó elevarse por la pista 2.1 izquierda, por lo que tuvo que enmendar su error para poder salir.
Cuando finalmente tuvo la autorización de despegue, la aeronave ascendió hasta 100 pies y de pronto comenzó a balancearse bruscamente, para luego precipitarse a tierra. Todo esto en apenas 120 segundos. Según el dictamen técnico inicial, el avión chocó contra el suelo y se incendió.
El ala derecha y el motor derecho se separaron del fuselaje y se fragmentaron en múltiples pedazos. El estabilizador vertical impactó el suelo y también se separó del fuselaje, que junto con el ala izquierda y motor izquierdo continuaron deslizándose a través del césped, para luego traspasar una pared de concreto de un depósito de carga. Adentro, el avión siguió la rotación invertida y luego se detuvo contra varias paletas de carga.
De primera mano
"Todo ocurrió demasiado rápido, en apenas unos pocos segundos. El fuego de la primera explosión fue verdaderamente impresionante; tanto, que llegué a pensar que me alcanzaría. Luego, el avión cayó rapidísimo y se estrelló contra el hangar, donde volvió a explotar", relató en aquel momento Severiano Rosales, un testigo del hecho.
Según sus cálculos, era la 1:40 de la tarde y al igual que él los bomberos de la zona escucharon el estruendo. "Apenas al llegar, instantes después del accidente, nuestros colegas aeronáuticos ya comenzaban a trabajar. Las llamas sobrepasaban el techo del hangar, donde se sentía un calor abrumador y solo encontramos una pila de hierros retorcidos y en llamas", contó uno de los bomberos que atendió la emergencia.
Las unidades del Cuerpo de Bomberos de Tocumen, que fueron las primeras en llegar al sitio del suceso, utilizaron cerca de tres mil 100 galones de agua y otros 750 galones de espuma para controlar las llamas y evitar que se propagaran a los depósitos de las compañías DHL y Copa Airlines, situados a ambos costados del lugar del siniestro.
"Pudimos controlar el fuego en unos 26 minutos, y demoramos otros tantos refrescando el lugar. Luego, cuando entramos, vimos los cuerpos carbonizados y mutilados de las víctimas. Uno yacía a más de 10 metros del hangar. Los demás estaban juntos, pero casi cubiertos por los pedazos del fuselaje de la nave", detalló el bombero.
El viaje
Una historia familiar precedió el recorrido y tragedia del Westwind 1124 siglas N-280. La joven italiana Alessia Mairati, de 17 años de edad, había logrado en septiembre de 2003 una beca de intercambio y realizar estudios secundarios en Ecuador.
Casi un año más tarde, el 10 junio de 2004, a poco menos de un mes de culminar el intercambio, la muchacha debió ser internada de urgencia en el Hospital Metropolitano de Quito, un centro médico privado de mucho prestigio, con una complicación respiratoria provocada por un shock anafiláctico (hipersensibilidad del organismo a ciertas sustancias).
Al principio, la información suministrada a los padres no fue muy clara, por lo que estos tomaron un avión desde Italia para ver a su hija. La madre, Paola Di Gregorio, se encargó personalmente de los preparativos del apresurado viaje.
Luego de varios días de su llegada a Quito, Alessia comenzó a dar muestras de recuperación, por lo que el padre regresó a Italia y dejó a la madre encargada de la situación, aunque inició las gestiones para trasladarla a un centro especializado en Washington, Estados Unidos, y recurrió a la compañía MGI, que provee servicios médicos globales.
No fue fácil, pero luego de múltiples diligencias el padre logró que la compañía honrara los gastos de un avión hospital que llevara a la joven al centro médico en Washington, para que fuera atendida por especialistas.
Carlos Segura, jefe de Investigaciones de Accidentes de Quito, confirmó después del accidente que el pequeño avión ambulancia despegó sin novedad del aeropuerto de esa ciudad. El plan de vuelo incluía una escala en Panamá, a los efectos de reabastecerse de combustible. Un par de horas más tarde, el avión aterrizó en Tocumen y, tras cargar gasolina, inició las maniobras de despegue. Ciento 20 segundos después, sin embargo, la aeronave se estrelló y los seis ocupantes de la nave, incluyendo a la joven Alessia y su madre, perdieron la vida en el acto. (Con información de Roberto López, José Otero, Urania Molina, José González y Rafael Luna Noguera)





