Una mujer recuerda que el administrador de un restaurante de Chicago en el que trabajó le dijo que si las cámaras de seguridad lo filmaban metiéndole las manos entre las piernas, él sencillamente “borraría” esas escenas. Otra mujer que trabajó en un restaurante de Atlanta cuenta que su jefe no hizo nada cuando dos lavaplatos hacían comentarios vulgares delante de ella, de modo que dejó de maquillarse para lucir menos atractiva con la esperanza de que dejasen de hablar de ella.
Tras la ola de denuncias de acoso sexual que involucran a personalidades prominentes del mundo del espectáculo, la política y el periodismo, los relatos de mujeres que soportan situaciones incómodas, si no violaciones, en restaurantes, bares y hoteles, rara vez reciben atención. Documentos legales y entrevistas a mujeres y expertos indican que las trabajadoras del sector de servicios sufren el acoso sexual de sus patrones, compañeros y clientes, y que no se hace nada al respecto.
La naturaleza del trabajo, en el que los ingresos de las trabajadoras dependen en buena medida de las propinas, hace que resulten particularmente vulnerables a estos abusos. “Me sentí humillada”, afirmó Sharonda Fields, quien dijo que el abuso sufrido en un restaurante de Atlanta comenzó casi desde el mismo día en que empezó a trabajar allí el año pasado. Fields demandó a su empleador en 2016.
Según un estudio hecho en Chicago, el 49% de las empleadas de hoteles dijo que algunos huéspedes les habían “mostrado sus genitales o abierto la puerta desnudos”, pero solo una de cada tres denunció los incidentes a sus jefes.
Un celebrity, el chef Mario Batali, dijo que tomaría distancia del manejo de su emporio de restaurantes después de que circulasen cuatro denuncias de comportamiento inapropiado.