Mario Calvit pertenece a una generación de pintores pioneros y valientes. El grupo de los que forma parte este maestro de la plástica panameña es el de aquellos que comenzaron de cero, aunque eso no les aminoró su deseo de triunfar a punta de colores y formas en un ambiente que les era adverso.
Los artistas de su época se abrieron camino en un Panamá donde no había galerías ni museos formales de arte. Lo que no hay, se inventa. Por eso, cualquier sitio era bueno para exponer sus obras, el asunto era que su trabajo llegara a la gente.
La calidad de su labor lo ha convertido en uno de los imprescindibles de la pintura panameña.
Su nombre está instalado en el mismo recinto privilegiado donde están Alfredo Sinclair, Manuel Chong Neto, Guillermo Trujillo, Alberto Pimpito Dutari y Antonio Alvarado, una generación que colaboró en sentar las bases de la plástica nacional.
Era un grupo unido por la amistad y el talento. Se intercambiaban experiencias, se prestaban libros, charlaban de todo hasta las tantas y se iban de parranda juntos.
Cuando residían en Bella Vista, en una casa con una llamativa puerta roja, “nunca estaba cerrada con llave. Llegaban a cualquier hora del día o de la noche. A Dutari, Alvarado, Chong Neto y a Mario se les unían a la fiesta los poetas José Franco y César Young Núñez”, interviene Silvia, la esposa de Calvit.
Espacios
La primera colectiva de esta generación se llevó a cabo en el arco chato, en el Casco Antiguo de la ciudad de Panamá.
Entre las ruinas de esta infraestructura de la época colonial, un puñado de soñadores hizo la diferencia a mediados de la década de 1960. Eso es lo que hacen los grandes: se crecen cuando parece que no abundan las salidas.
Dutari pidió prestado, no sabe Calvit cómo, el arco chato, para hacer esa colectiva compuesta por obras de Calvit, el propio Dutari, Alfredo Sinclair y Antonio Alvarado. Como el dinero era escaso el catálogo se imprimió en papel crespón.
El movimiento se abrió camino y consiguieron hacer otra exposición en la antesala de la Asamblea Nacional. Luego pasaron al Museo de Ciencias Naturales, sitio donde tiempo después haría su primera individual don Calvit y cuyas palabras introductorias estuvieron a cargo del fallecido Young Núñez.
“Después, en el parque Urracá, apareció Panarte, que permitió exponer nuestros trabajos”, agrega.
Escultura
“Después me entusiasmé mucho con la escultura. Aprendí a soldar junto a chiquillos que eran mis compañeros de aula. Fue una experiencia simpática agarrar el soplete, derretir metales y pegar metales. Terminé como escultor soldador. Hice 30 esculturas y las expuse en Panarte. En el Museo de Arte Contemporáneo, afuera de sus instalaciones, está una de mis obras, se llama “Ave cayendo al mar”.
Muestra
Hoy el istmo es distinto, opina esta leyenda viva: hay espacios para compartir los talentos de los jóvenes y los consagrados, aunque todavía los espacios alternativos tienen su validez, plantea.
La prueba está en que Mario Calvit regresa como el guerrero que no baja sus armas en una individual que se presentará del miércoles 4 hasta el viernes 6 de julio, de 10:00 a.m. hasta las 5:00 p.m., en el piso 17 del edificio Midtown (calle 74, San Francisco), sede de la agencia de comunicación TBWA Panamá.
Organiza la Fundación Arte Panamá, a cargo de las curadoras Arlene Lachman y Nancy Calvo.
El lunes 9 de julio, de 6:00 p.m. a 9:00 p.m., en el medio de esta muestra, habrá un conversatorio sobre la vida y obra de Calvit en el TBWA Panamá.
“Agradezco a Arlene y a Nancy por tener la cortesía de ver mi obra y pensar que valía la pena mostrarla al público”, explica Calvit.
Opiniones
“Originalmente sus obras son abstractas, lo que le da una buena base en composición para sus obras posteriores. Su obra tiene cuatro caminos muy claros por medio de los cuales él ha ido perfeccionando su técnica para plasmar su poesía, y entregarnos su mensaje espiritual, su color, su arte. Este mensaje nos llega a través de las diferentes series, la abstracta, la de los caballos y personajes, y sus bellos paisajes”, opina por su lado Nancy Calvo.
Mientras que Arlene Lachman plantea que “desde que lo conocí me impresionó el tiempo de dedicación al trabajo artístico, lo cual ha sido una constante de su vida. Sigue pintando y pintando con la maestría típica de la madurez de sus años en este oficio”.
Lachman lo define como una persona “alegre, conversón, actualizado y con mucha sensibilidad social. Me impresiona el amor que le tienen sus amigos, no hay nadie que yo conozca que me haya dicho algo negativo de Calvit”.
Ese muchacho travieso
Eso de ser intrépido le viene de siempre a Mario Calvit. En el Instituto Nacional sus maestros se dividían entre los que admiraban sus trazos ingeniosos y su sentido del humor, y los que no comprendían el comportamiento del futuro creador.
Al chico le encantaba dibujar a sus docentes como una manera de expresar sus emociones. Los pasaba por los senderos imaginativos de la caricatura, y por eso, los retrataba desde la exageración y la hilaridad.
Los había que celebraban los dibujos del muchacho, incluso uno de ellos, Hugo Víctor, el responsable de enseñarle matemáticas, le preguntó a Calvit por qué se copiaba tanto en sus ejercicios y el chico le respondió con una sinceridad arrolladora: eso de las sumas y las restas no era con él, que lo suyo era ser un pintor cuando fuera adulto.
Entonces este docente le puso 3 de promedio final para que pudiera pasar la materia, pero con la condición de que triunfara en el ámbito de la pintura. Lustros de trabajo constante y exposiciones en el país y en el extranjero más tarde, Calvit cumplió su palabra.
Otros profesores eran menos comprensivos, como el señor Carston, quien era dado a fumar en el salón de clases y que tenía dientes pronunciados. Él vio su rostro en una caricatura en una hoja de papel y el resultado de aquel tránsito le desagradó bastante.
Otra víctima de la jocosidad marca Calvit fue De Arco, el docente de química, quien tampoco estaba contento con las caricaturas. Por eso, sin reparo le mandó a la mamá de Calvit una citación para que fuera a la rectoría del Instituto Nacional, para conversar con un director que tampoco entendía aquella situación poco frecuente.
Recuerdos
La muestra que ahora compartirá en la empresa TBWA Panamá se construye desde el recuerdo.
Se trata de una veintena de pinturas, en pequeño formato y una que otra más grande, la mayoría de ellas paisajes que nacen de sus recuerdos. Estas pinturas parten de la década de 1970 hasta el presente.
“Esta individual es fruto de recuerdos y vivencias mías. Experimento el paisajismo en estos cuadros. Mi preferencia por este tema siempre trato de retomarla con agudeza imaginativa. Despliego características propias del tema y lo expongo sin perder de vista la fuerza y el atrevimiento que se usa al explorar el paisajismo desde los colores”, indica Calvit, quien ama por igual la décima que la música clásica y el jazz.
Aunque advierte que no se nota en sus creaciones de forma directa, plantea que su aprecio por lo folclórico es uno de los motivos por los cuales se inclina por el paisajismo.
“Tengo querencias por nuestras artesanías, la pollera, el tamborito y las carimañolas. Son los campesinos los que habitan en los horizontes, los caminos, los ríos, las playas y el ambiente rural que hay en mis cuadros”, afirma Calvit, quien rememora con cariño cuando de niño recogía nances por las mañanas y comía guacho con yuca en los almuerzos.
Contentos
Don Mario y su esposa Silvia están contentos con la vida que han tenido.
Están orgullos de sus 3 hijos: un médico, un cineasta y una bióloga. Están encantados con sus 7 nietos y sus 4 bisnietos. Están alegres porque la sangre de pintor fluye por esas nuevas generaciones de los Calvit.
Don Mario y doña Silvia no olvidan las dificultades del inicio, aunque en la balanza ponderan los logros obtenidos y estos son más.
Por eso el maestro aconseja, llama a los jóvenes pintores: “cocinen sus cuadros y sigan trabajando, esa es la única forma de descubrir nuevos senderos, tendencias y aventuras. Trabajando es la única forma de avanzar. Exploren sus capacidades creativas, sin perder de vista la fuerza y el atrevimiento que siempre debe haber en el arte”.