Martín Caparrós, periodista curtido en muchas y certeras crónicas, género que cultiva con maestría y que le proporcionó prestigio internacional y premios, como el Rey de España en 1992, no le teme a internet; es más, está convencido de que para el periodismo “es la solución en muchos casos, no el problema”.
“Si algo cambió, para bien y para mal, este oficio fue internet”, sostiene el escritor y periodista argentino, para quien la red facilita “tener al alcance de la mano túmulos de información”, pero también hace suponer “que no hace falta ir a mirar”. Y si a algo está obligado el periodista es, en su opinión, a mirar cuanto le rodea.
Caparrós se expresa en estos términos en su nuevo libro, Lacrónica, editado con mimo por Círculo de Tiza, un volumen que sirve a su autor en un doble propósito.
Por un lado, compartir con los lectores, que no tienen que ser necesariamente periodistas, cómo entiende él el oficio en el que lleva ya más de 30 años, y que aprendió en las redacciones y en sus múltiples viajes por todo el mundo, al margen de escuelas.
Por otro , y para que no sea todo teoría, mostrar algunos ejemplos concretos de sus crónicas, auténticas joyas literarias. Lo que él considera aquella “forma de relato real -escribe- en la que la prosa pesa más, donde la escritura pesa más”. Son crónicas que invitan al lector a viajar a la selva boliviana donde se cultiva la coca, o a la Argentina de la dictadura militar, a las playas de Sri Lanka, un paraíso para pedófilos de todo el mundo, o a Hong Kong, “la ciudad vertical, donde la única tierra llana desocupada que se ve es el mar”.