Entre el mar de historias sobre el narcotráfico en Colombia, Pájaros de verano ofrece una perspectiva diferente al ser contada a partir de la etnia indígena wayuu.
El filme se remonta al conflicto que surgió con la llamada Bonanza Marimbera, la época en que la producción y venta de marihuana generó ganancias millonarias en las décadas de 1970 y 80, y sigue a Rapayet, un joven wayuu que para desposar a la bella Zaida recurre a la venta de marihuana para pagar la cara dote que le pide la madre de la joven, Úrsula.
Rapayet consigue su cometido, pero en el proceso sumerge a su comunidad y su familia en la violencia.
“La percepción de lo que ha sido la historia del narcotráfico ha sido una historia contada normalmente desde Estados Unidos”, dijo la directora Cristina Gallego a The Associated Press. “Para nosotros lo importante era contar esta historia de la que nosotros somos protagonistas y que básicamente ha sido un tabú para nosotros, para nuestro cine y para la sociedad”.
Pájaros de verano fue codirigida por Gallego y Ciro Guerra, cuyo filme El abrazo de la serpiente, también sobre comunidades indígenas, le mereció a Colombia su primera nominación al Premio de la Academia en 2016. La película ha puesto al país suramericano nuevamente en el camino al Óscar: la semana pasada quedó entre las nueve preseleccionadas para una nominación a mejor cinta en lengua extranjera junto a Roma de Alfonso Cuarón (México), Cold War de Pawel Pawlikowski (Polonia) y Shoplifters de Hirokazu Kore-eda (Japón).
Gallego y Guerra no querían presentar una historia de dinero y violencia, sino también una tragedia por la destrucción de familias y tradiciones ancestrales por el narcotráfico. Los wayuu habitan en el árido norte, en la península de la Guajira colindante con el mar Caribe.