El ratón muerto en el vino chino seguro luce asqueroso, y los gusanos en el queso tienden a generar rechazo. Pero no hay nada más horrible para un paladar poco acostumbrado que un tiburón fermentado islandés. Es lo peor. Eso dice un experto.
“Sabe como masticar un colchón infestado de orina”, dijo Samuel West, quien, como curador del Disgusting Food Museum (Museo de Comida Repugnante), sabe bastante sobre alimentos desagradables.
Desde cabezas de conejos especiados hasta sopa frutal de murciélago, la colección, exhibida en la ciudad sueca de Malmo, busca desafiar las percepciones del gusto y ayudar a los visitantes a reflexionar sobre por qué algo abominable en una cultura es una exquisitez en otra.
Algunos visitantes lo pasan mal.
“¿Alguien ha vomitado aquí en el museo? Sí, dos veces”, dijo West. Pero, “está bien vomitar porque nuestras entradas están impresas en bolsas para vomitar”.
Saltamontes, cráneos de animales y otras partes del cuerpo, incluyendo globos oculares, están exhibidos en fuentes o estantes.
Platos latinoamericanos incluyen sopa de tripas mexicana o cobayos asados de Perú, conocidos como cuy.
Nichole Courtney, una visitante australiana, dijo que le sorprendió encontrar Vegemite, un sándwich de su país untado con extracto concentrado de hongos que genera amores y odios.
“No podría ni imaginar probar el tiburón y pienso que es repulsivo”, dijo.

