Hay que estar en el sitio indicado en el momento preciso. El de Coqui Calderón fue a inicios de la década de 1960 en Nueva York. En esa época y en aquella metrópoli, la pintora panameña visitó cuanto centro artístico pudo, y en esas galerías y museos descubrió cómo la cultura pop y el pop art se consolidaban en el imaginario de todos los involucrados con las artes.
Era un tiempo de cambios, también en lo social. La mujer ejercía su justo derecho de caminar por los senderos que ella quisiera, entre ellos, ser artista como lo decidió Calderón, a quien se le despertó el amor por los colores cuando estudió Historia del Arte. Luego vendría París como puerta para ingresar a Europa, más tarde ideas y vueltas entre Panamá y Estados Unidos.
Lo que vendría, acto seguido, se cuenta con lujo de detalles en el esencial libro Coqui Calderón, una vida de artista, que se presenta este jueves 21 de febrero, a las 7:00 p.m., en el Museo de Arte Contemporáneo.
Si bien al principio Calderón se expresaba a través del informalismo y el expresionismo abstracto, en la línea de sus colegas y compatriotas Alberto Dutary, Justo Arosemena y Antonio Alvarado, la publicación comparte que llegaría la ocasión en que indagaría el lado creativo de las letras y los números, el cuerpo humano y los hechos políticos de su país, como prueba de su pasión por el arte pop y su deseo de sumergirse en los efectos ópticos y cinéticos.
Coqui Calderón, una vida de artista, no solo es indispensable para entender la vida y obra de esta istmeña ilustre, sino también para recordarnos que las mujeres tienen un sitial en las artes nuestras, puesto ganado que no siempre la mirada machista y conservadora les termina de otorgar.
A la generación de Calderón todavía le tocó un Panamá sin espacios especializados dedicados a las artes y con una sociedad poco interesada en la creatividad. Era un tiempo que ella definió con valentía y osadía como “desierto artístico”, una situación que ha mejorado, aunque todavía nos falta mucho por perfeccionar.
Coqui Calderón no solo ha hecho su contribución desde el lienzo, la escultura, el bodegón y la serigrafía, sino también colaboró en la fundación del Instituto Panameño de Arte (Panarte), que en la década de 1980 pasó a transformarse en el Museo de Arte Contemporáneo.
Ya vendrían las representaciones humanas (en particular los torsos femeninos) y las peras, aguacates, limones, duraznos y mangos como elementos para hablar de paisajes oníricos.
Sin olvidar esas impactantes obras que denunciaron los desmanes de una dictadura militar y la lucha de un pueblo por la recuperación de la democracia y la libertad. Porque ella siempre ha sido eso, una lucha constante dentro y fuera de los colores y las formas.