Cuando Rashida Jones y su socio guionista Will McCormack se retiraron de Toy Story 4 de Pixar, Jones señaló la falta de directoras en el estudio de animación. El estudio que en 25 años no ha hecho un solo largometraje dirigido por una mujer.
Cuando el cofundador y director creativo de Pixar, John Lasseter, se retiró a principios de año tras reconocer “traspiés” en su conducta con empleadas, fue más que otra baja en la lista de jugadores poderosos de la industria del cine derribados por la corriente #MeToo.
En el año desde que emergieron las primeras acusaciones contra Harvey Weinstein, la máquina de Hollywood ha estado en una búsqueda espiritual. El caso de Weinstein -junto con aquellos de James Toback, Kevin Spacey, Brett Ratner, Les Moonves, Roy Price de Amazon Studios y muchos otros- expuso la dolorosa realidad de incontables mujeres en una industria donde la desigualdad de género era sistemática y generalizada.
Como muestran las actuales audiencias a Brett Kavanaugh, el movimiento #MeToo ha trascendido de lejos las películas. Pero Hollywood sigue siendo el centro de una erupción cultural que comenzó hace un año con reportes sobre Weinstein publicados por el New York Times y The New Yorker que fueron galardonados con premios Pulitzer. Doce meses después, el polvo dista de asentarse.
Los investigadores de la escuela de comunicación y periodismo USC Annenberg no han encontrado ninguna diferencia marcada en la representación femenina en la pantalla, detrás de las cámaras o en la sala de juntas. Los datos luego que finalice 2018 darán un retrato más claro del año, pero las dos décadas previas han mostrado casi cero cambios.