Un tema que generó gran interés durante la X Conferencia Mundial de Periodistas Científicos, celebrada a finales de octubre en la ciudad de San Francisco, California, fue la edición genética y sus implicaciones en el futuro.
Haciendo una analogía con la edición de un texto, la edición genética, conocida como el sistema CRISPR/cas, consiste en una serie de métodos que se valen de enzimas para “cortar y pegar” genes, y así, hacer cambios en el ADN de un organismo. De esta manera, potencialmente, se podrían corregir mutaciones genéticas que causan enfermedades como el Hungtinton, la fibrosis quística o algunos tipos de cáncer; así como mejorar cultivos o crear mosquitos que no transmitan enfermedades, por ejemplo.
Las investigaciones sobre la edición genética comenzaron a partir del sistema inmune de organismos procariotas, como las bacterias. El acrónimo CRISPR se refiere a pedazos de ADN que tienen repeticiones cortas de secuencias de bases. En muchas bacterias, después de cada repetición vienen unos fragmentos cortos de ADN “espaciador”, que están asociados con unos genes llamados “cas”, que codifican para ciertas proteínas. Algunas bacterias pueden integrar genes de un agente invasor (como un virus) a su propio genoma, modificándolo y usándolo luego como defensa.
Diferentes grupos de investigación, entre ellos el de la estadounidense Jennifer Doudna, docente de biología molecular, celular y química en la Universidad de California en Berkeley, y la microbióloga francesa Emmanuelle Charpentier, vienen estudiando la edición genética, técnica que en 2015 fue escogida como el avance científico del año por la revista Science.
Pese a sus potenciales beneficios, CRISPR también ha generado debate por sus implicaciones éticas y regulatorias, especialmente cuando se trata de su aplicación en humanos.
DILEMAS ÉTICOS
Las nuevas tecnologías, especialmente en el ámbito de la medicina, suelen ser disruptivas, como ocurrió con la fertilización in vitro y la clonación, por ejemplo. También concitan expectativas y argumentos a favor y en contra, especialmente en lo que respecta a los derechos, creencias, valores y regulaciones.
Desde hace unos cinco o seis años viene resonando el tema de la edición genética conocida como CRISPR/cas, que por ahora está en fase de investigación, pero que en el futuro podría convertirse en una opción terapéutica exitosa contra ciertas enfermedades, o para mejorar los cultivos haciéndolos más resistentes, entre otras tantas aplicaciones.
CRISPR/cas plantea muchos escenarios y en el ámbito reproductivo genera discusiones sobre si es ético o no manipular a los futuros descendientes. Algunos hablan sobre “bebés de diseño”.
¿Tienen derechos los embriones? ¿Es ético que se les modifique genéticamente? ¿Tienen los padres derecho u obligación a alterar los genes de su hijo no nato basados en una prueba que confirme una mutación causante de enfermedad? ¿Quiénes tendrían acceso a esa posibilidad? ¿Es justo?
¿Llegará un día en el que el “mejoramiento genético” sea comparable a un procedimiento estético, como una rinoplastia o una liposucción?
¿Podrán los padres elegir los genes que desean para que sus hijos tengan el aspecto físico según su gusto, o la inteligencia y capacidad física que ellos quieren que tenga?
Son preguntas que dependen del contexto, educación, creencias, lugar y otros factores que la sociedad moderna debe enfrentar.
Inicialmente este tipo de avances son pagados por los fondos de investigación o los hospitales, ¿pero quién cubriría los costos de la edición genética a futuro si se convirtiera en una opción terapéutica?
Estos son algunos dilemas que preocupan a algunos si más adelante las técnicas como CRISPR/cas se consolidan más allá de los laboratorios y los estudios.
Todas estas situaciones requieren información clara para el público y una regulación. ¿Están contemplando estos avances aquellos que formulan las leyes en cada país?
“No conocemos totalmente las implicaciones de hacer cambios en el genoma. Por eso hay un llamado fuerte de la comunidad científica a ser cautelosos en la investigación”, señala Josephine Johnston, experta en la ética de biotecnologías emergentes y directora de investigación en el instituto Hastings Center de Estados Unidos.
El reporte Human Genome Editing: Science, Ethics and Governance, publicado este año por la Academia de Ciencias de Estados Unidos, plantea que la edición genética conlleva aspectos técnicos que deben contemplarse para obtener los resultados deseados y evitar efectos colaterales. También, que es importante examinar las aristas científicas, éticas y sociales.
El informe sugiere siete principios relativos a la edición genética en humanos, como la promoción del bienestar, la transparencia, el debido cuidado a los pacientes que participen en estudios, la ciencia responsable, el respeto a las personas, la justicia para que los riesgos y beneficios se distribuyan por igual, y la cooperación transnacional a través de la colaboración en la investigación y gobernanza, a la vez que se respetan los diferentes contextos culturales.
Johnston menciona que se deben estudiar muy bien las implicaciones a largo plazo y que quizás no se pueda usar la edición genética para todas las enfermedades que las personas quisieran, porque es difícil hacer investigación sin someter a un riesgo no razonable a las personas.
Quizás se hagan primero estudios en animales y luego en pacientes con condiciones serias de salud o con cáncer. Además, añade, a veces hay factores ambientales que complican el panorama.
“Necesitamos seguir las investigaciones y comprender las relaciones genéticas con el ambiente”.
Para el doctor Ronald Green, profesor emérito de estudios de ética y valores humanos de Darmouth College, es imposible predecir que un “mejoramiento” genético que no esté relacionado con la salud garantice una vida feliz o exitosa a los hijos, pues cada uno tiene su propia visión de lo que es la felicidad.