Entendiendo la cooperación animal



En la naturaleza, los animales compiten por territorio, pareja y alimento, pero aún así, varias especies exhiben un comportamiento de interés para la ciencia: la cooperación. Los científicos intentan comprender este aspecto en busca de algunas respuestas sobre el comportamiento humano.

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Entendiendo la cooperación animal

Y es que es muy difícil estudiar a los humanos; los expertos se valen muchas veces de modelos matemáticos, los cuales, aunque indican posibilidades, no explican exactamente los hechos.

Otro método de estudio es a través de la psicología evolutiva, que ha demostrado que los humanos manifiestan algún tipo de in group- out group bias (selectividad por grupos internos y externos) respecto a la cooperación; es decir, que tienen la tendencia a establecer quiénes pertenecen a un grupo y quiénes no, y con esa base deciden cooperar con unos y con otros no.

“También hay una alta motivación para castigar a aquellos que, según nuestros parámetros, no son buenos cooperadores. Pensamos que este es un mecanismo que nos permite tener una alta cooperación en la sociedad”, explica la científica Margaret Crofoot, del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, quien estudia el comportamiento de los monos capuchino.

GANANCIAS Y ALTRUISMO

Algunos animales colaboran entre sí para vigilar su entorno o defenderse de sus depredadores. Los primates se acicalan entre ellos para relajarse. Los leones y delfines cooperan para cazar en grupo, porque así tienen más éxito y pueden comer más.

En los insectos sociales ­como las abejas y hormigas­ cada individuo tiene una tarea que desempeñar en su grupo, donde todos están muy emparentados. No obstante, la cooperación entre humanos es muy diferente.

Las personas cooperan entre sí aunque no estén emparentadas y lo hacen en grupos muy grandes, incluso, entre naciones. También es común la cooperación altruista, en la que no necesariamente se obtiene algo a cambio, aunque hay quienes consideran que en realidad, los humanos cooperan entre sí para competir.

“Los humanos somos una especie paradójica: por un lado somos violentos, pero también muy altruistas y cooperadores”, dice Crofoot.

Animales como lobos y leones tienen una presión selectiva para tener comportamientos que les permitan luchar con más éxito.

Los grupos con muchos miembros “altruistas” ­dispuestos a sacrificarse en batallas por el bien común (comida, territorio)­ probablemente van a ganar contra aquellos que carecen de miembros tan altruistas.

Pero este tipo de cooperación tiene dos problemas: puede tener un alto costo (la muerte de los individuos) y las acciones colectivas: cómo lograr que los miembros en un grupo acepten cooperar colectivamente.

“Tanto en monos como en humanos, ganar peleas puede traer beneficios, pero debe superarse el problema de acción colectiva. Pensamos que, en los humanos, el castigo permite a la especie ser más cooperadora. Hay quienes sugieren que el castigo fue usado para fomentar la cooperación en muchos otros aspectos de la vida humana. Es una teoría interesante, pero no podemos probarla en humanos. Sin embargo, si encontramos el mismo mecanismo en otras especies ecológicamente similares, eso daría una evidencia sólida sobre la hipótesis”, argumenta la Dra. Crofoot.

HALLAZGOS EN CARIBLANCOS

Los monos capuchino (también conocidos como “cariblancos”), son agresivos, usan herramientas como los chimpancés, orangutanes y humanos, y poseen tradiciones culturales que se transmiten, como la acción de tocar el ojo de otro con el dedo, cuyo significado aún se desconoce.

Crofoot intenta comprender si esta especie tiene el problema del comportamiento cooperativo de acción colectiva, y, si hay individuos que no cooperan, qué efecto tiene esto para su grupo en la capacidad para defenserse y ganar territorio, comida, etc.

En el bosque de la isla Barro Colorado, Croofoot hace experimentos simulando interacciones entre grupos. Para ello se vale de una bocina con el audio de monos comiendo y observa las reacciones del grupo de estudio.

“Queremos saber si cuando escuchan al supuesto grupo invasor, corren para enfrentarlo o huyen y dejan a sus compañeros. Estoy haciendo el experimento en el centro del área de acción de los monos (la zona donde se sienten seguros) y en los ´bordes´ (aquellas donde se encuentran con otros de su especie y que evitan para no tener conflictos)”.

Crofoot ha encontrado que “bastantes monos” se van y no ayudan en el conflicto. Varios factores influyen en sus reacciones, como la edad, por ejemplo. Los monos jóvenes pueden ser más impetuosos que los muy mayores. Sin embargo, la ubicación parece ser el factor más importante.

La probabilidad de que el mono se acerque a la bocina depende del área. En el centro de su zona de confort están más dispuestos a ayudar a su grupo a enfrentar a los supuestos invasores que escuchan, pero en el borde, están menos dispuestos a hacerlo.

Además, el 80% de los machos está más dispuesto a enfrentar al grupo invasor que las hembras, y los miembros de grupos más grandes están menos dispuestos a ayudar a sus compañeros.

Por ahora, la investigadora concluye que los monos cariblancos tienen una falta de cooperación. Miembros de grupos grandes cooperan si están defendiendo su área de acción, pero desertan cuando están invadiendo los territorios de sus vecinos.

Los “traicioneros” quebrantan la fuerza de sus grupos y nivelan el balance de poder. Así, un grupo muy grande puede ser tan débil como uno pequeño.

¿Castigan los monos a los traidores? “Todavía no tenemos datos, por eso seguimos estudiándolos”, expresa Crofoot. “En los humanos es más fácil verlo socialmente”.

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