Francisco Franco es visto por las nuevas generaciones de españoles como un personaje más de la historia, tan lejano como Felipe II, pero España aún tiene pendiente reconocer a las víctimas del franquismo 40 años después de la muerte del dictador.
A juicio de historiadores y expertos, el fallecimiento de Franco, el 20 de noviembre de 1975, después de 39 años de dictadura, dio paso a un periodo de transición política que es reconocida en todo el mundo y a la modernización del país con su inserción plena en la comunidad internacional.
Solo tres años después de la muerte del dictador se aprobó la Constitución de 1978, redactada con el consenso de todas las fuerzas políticas y calificada por los especialistas como muy avanzada en cuanto a reconocimiento de derechos.
Esta carta magna ha sido la base de la etapa democrática más larga de la historia de España, aunque ahora muchas voces piden su reforma para modificar la estructura territorial del Estado y adaptarla a la nueva realidad de los nacionalismos.
El pronóstico de Franco (1892-1975) de que todo estaba “atado y bien atado” para cuando él muriera no resultó cierto, y tanto la sociedad como los partidos políticos que la representaban emprendieron un proceso de democratización que desembocó en pocos años en una democracia plena.
En opinión de Ramón Cotarelo, catedrático de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, este cambio se dio porque a finales de los años 1960 y principios de 1970, lo que se conoce como tardofranquismo, “la cultura política de los españoles era democrática”.