Los turistas que admiran desde el barco los paisajes helados del Ártico ruso creen haber visto bloques de hielo en la orilla. Pero son 200 osos polares devorando una ballena. “Todos estábamos atónitos”, cuenta Alexandre Gruzdev, director de la reserva natural de la isla Wrangel, en el Extremo Oriente ruso, donde se dio el encuentro. Eran varias familias de osos, incluyendo dos madres, cada una con cuatro oseznos, algo que raramente puede verse, dice Gruzdev.
Para los científicos, esto ilustra las consecuencias del calentamiento global, que transforma el hábitat natural de los animales , aumenta la competencia por los alimentos y los acerca a zonas habitadas. El cambio climático provoca un deshielo más temprano y empuja a las poblaciones de osos polares a pasar más tiempo en tierra firme. Cada vez son más los osos polares que acuden a la isla de Wrangel, donde pasan, de media, un mes más de lo que lo hacían hace 20 años, por culpa del deshielo, según Eric Regehr, especialista de la Universidad de Washington.