Hojitas de albahaca, tomates pintones y perfume de limonero: un pequeño huerto vive en medio de los altos edificios de São Paulo gracias a una iniciativa pionera que transforma toneladas de basura orgánica en abono para la tierra.
La creadora de este proyecto es la periodista Fernanda Danelon, de 43 años, que tras un periodo de crisis vocacional decidió dar un giro a su vida para crear hace dos años el Instituto Guandú, dedicado a reciclar los desperdicios de restaurantes, a los que a su vez entrena y asesora en el montaje y mantenimiento de huertos.
“Empezamos hace dos años con uno y ahora ya tenemos 17 restaurantes que son nuestros socios. Y hay unos 10 más en conversaciones”, cuenta Fernanda.
En ese lugar mantiene dos pequeños depósitos donde elabora abono con desechos del consumo familiar, una muestra de lo que se realiza a gran escala en plantas a unos 50 km de São Paulo, donde la basura orgánica se transforma en un fertilizante que “regresa” tanto a restaurantes como a otros clientes.
Es una “técnica tradicional de compostaje” que no utiliza enzimas u otros aceleradores como lombrices, explica Fernanda, pero que sí requiere de cuidados para amontonar la basura orgánica con la tierra o mezclar y oxigenar apropiadamente para que no se pudran los elementos en un proceso que dura entre tres y cuatro meses. Al principio el foco solo estaba puesto en montar pequeños huertos para abastecer a las cocinas de los restaurantes, pero a poco andar percibió que los desechos eran una parte fundamental de esta cadena. Y así creó este centro en el ciclo completo: desde retirar la basura hasta mantener los huertos con el propio fertilizante que obtienen de esta. “Al principio yo misma recogía la basura en mi auto”, dice. “Fuimos creciendo y hoy reciclamos entre 30 y 40 toneladas de basura orgánica por mes”.