El rey Juan Carlos I, que descubrió España con 10 años, fue elegido por Franco para sucederle y después condujo el país hacia la democracia, se retiró el domingo de la vida pública dejando atrás una historia digna de novela.
“¡Qué historia más larga, más completa, casi diseñada por un arquitecto!”, exclamaba el novelista español Eduardo Mendoza.
Nacido hace 81 años en Italia, el nieto del rey de España exiliado Alfonso XIII quedará en la historia como el que devolvió el trono para los Borbón y la democracia a los españoles.
Un legado todavía vivo a pesar de los escándalos que empañaron el fin de su reinado de 38 años (1975-2014), culminado con su abdicación en favor de su hijo Felipe VI.
Un día de invierno de 1948, un niño de 10 años, escoltado por un duque y un vizconde, llega a la estación de Lisboa.
Este pequeño príncipe “que lucha visiblemente por retener las lágrimas” toma el tren hacia un país desconocido, España, explica José Luis de Vilallonga en la biografía El Rey.
El punto final
El dictador Francisco Franco, que dirige el país desde 1939 tras la sangrienta Guerra Civil, ha decidido educarlo junto a él.
Si su padre Juan de Borbón lo ha confiado a un dictador del que desconfía es porque el pequeño tiene una misión: recuperar un día el trono para su dinastía.
Lejos de su familia, la infancia de Juan Carlos está marcada por las misas y los discursos ensalzando la victoria de los franquistas sobre los “comunistas”, pero también por las actividades deportivas junto a amigos que lo llaman Juanito o alteza.
A los 18 años vivió un drama sobre el que Franco decretará silencio: el adolescente mató accidentalmente a su hermano de 14 años por un disparo en la frente mientras manipulaba una arma en casa de sus padres en Portugal, según la biografía Juan Carlos del hispanista británico Paul Preston.
Formado en las escuelas militares, pasó 27 años en el regazo del Caudillo que, aunque pudiera considerarlo como el hijo que nunca tuvo, “devoraba los informes policiales” sobre sus actividades, explica Preston.
En 1962, Juan Carlos se casó con la princesa Sofía de Grecia, a quien había conocido durante un crucero. Siete años después, Franco lo designó como sucesor.
Dos días después de la muerte del dictador, el 22 de noviembre de 1975, recuperaba finalmente el trono de su abuelo y se convierte en Juan Carlos I.
“Años apareciendo junto a Franco, cabizbajo y mudo, habían suscitado la idea generalizada de que carecía tanto de inteligencia como de valor”, señala Preston.
“Se le llamaba con sorna ‘Juan Carlos el Breve”.
Pero en vez de mantener el orden franquista, el nuevo rey escogió empujar el país hacia la democracia de la mano de un joven y desconocido ministro de la dictadura, Adolfo Suárez, a quien confió la presidencia del Gobierno.
El partido comunista fue legalizado, los delitos políticos amnistiados y, después de las primeras elecciones libres de 1977, fue aplaudido como “el rey de todos los españoles”.
Cuando estalla teóricamente en su nombre un golpe de Estado militar, el 23 de febrero de 1981, el rey lo detiene y, en plena noche, tranquiliza el país apostando por “el proceso democrático”.
Pero su vida da un vuelco una noche de 2012, cuando el soberano de 74 años cae y se fractura la cadera en Botsuana, donde había ido a cazar elefantes.
En medio de las penurias de la crisis económica, los españoles descubren que el safari de lujo fue pagado por un empresario saudita y que junto al rey iba una consorte alemana con quien compartía su vida desde hace años.
El escándalo se suma a un caso de corrupción estallado en la misma época que terminaría arrastrando a su yerno Iñaki Urdangarin a la cárcel.
Con su reputación dañada, abdica en 2014 cuando ve que han empezado a saberse en la prensa muchas irregularidades en su vida.