Concebido para “proteger la cultura” y sancionar el uso de lenguaje sexista o vulgar, el decreto 349 apuntó al reguetón de mala factura, un ritmo creciente en la isla.
Aunque también condena el “intrusismo profesional”, en un país con talentos de conservatorio, pero donde abunda la espontaneidad artística, con músicos “de oído”, que brotan en La Habana Vieja tocando por propinas de turistas y bautizados como “soperos” (trabajan por la sopa).
La norma, además, otorga a inspectores la capacidad de veredicto y ha sido calificada por artistas, incluso simpatizantes del gobierno, como “incompleta”, “nebulosa” u “oscura”. Los más radicales lo tildaron de “decreto mordaza”, cuando la nueva Constitución, que se someterá a referendo el 24 de febrero, consagra la creación artística como “libre”.
“Creo que en el contexto de la Cuba actual, y más con la Constitución (...) no hay espacio para que un decreto tenga lagunas y tenga espacios dudosos y tenga nubes o nebulosas, o deje incertidumbre”, dijo a la AFP el popular cantautor Tony Ávila.
