El koala, el marsupial emblemático de Australia, acaba de revelar el secreto de su genoma, un avance que podría ayudar a proteger a este animal vulnerable, cuya población se reduce de manera alarmante.
“La secuencia del genoma nos ayuda a documentar y comprender su diversidad genética y servirá para los futuros trabajos de conservación”, explica Rebecca Johnson, del Australian Museum de Sídney, coautora del estudio.
El koala es víctima de la destrucción de su hábitat, del cambio climático, automóviles, perros, y según la Fundación australiana del Koala, actualmente quedan poco más de 43 mil en estado salvaje, lo que consideran como “vulnerable” en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Más de 50 investigadores colaboraron en este estudio publicado en la revista Nature Genetics. Estos descubrieron 26 mil 558 genes, descifrando el genoma “con una precisión del 95.1%, lo que es comparable a lo logrado con el genoma humano”.
Este avance permite saber más sobre la “excelente caja de herramientas”, un ensamble particular de genes, que le permite digerir hojas de eucalipto, que contiene fenoles (ácido carbólico o fenílico) tóxicos para otros.
“Esto probablemente le ha ayudado a encontrar un nicho alimenticio para sobrevivir. Puede contar con esta fuente alimenticia casi sin competencia, puesto que otras especies no pueden desintoxicarse de manera tan eficaz”, destaca Rebecca Johnson.
Pero este régimen alimenticio casi exclusivo lo hace vulnerable a la desaparición de los bosques de eucalipto por la deforestación y el desarrollo urbanístico.
Los investigadores también identificaron los genes vinculados a su sistema inmunológico, un paso hacia la puesta de vacunas para luchar contra ciertas enfermedades, como la clamidia, que devasta a las poblaciones de koalas. No existe actualmente tratamiento para esta enfermedad de transmisión sexual que causa ceguera, esterilidad y la muerte.
Haber descifrado el ADN de estas poblaciones “nos permite hacer recomendaciones para preservar la diversidad”, y “prever desplazamientos para mejorarla”, concluye la investigadora.

