Por primera vez en 83 años, miles de mexicanos recorren y disfrutan los espléndidos ambientes de Los Pinos, la que fuera hasta el viernes la residencia presidencial, pero que el mandatario izquierdista Andrés Manuel López Obrador decidió no ocupar y convertir en un espacio público.
Entre asombro y desconcierto, los primeros visitantes caminan entre sus pri jardines, poblados de los árboles que le dan nombre, y tras los cuales se develan las lujosas mansiones que componen el conjunto.
La ruta empedrada, llamada Calzada de los Presidentes, por estar flanqueada por solemnes estatuas de los exmandatarios que allí residieron, sugiere el carácter que ha tenido en la historia
“Es bastante ostentoso, nunca me imaginé que hubiese un lugar así”, dijo Alejandra Barreto de 50 años, sobre el inmueble.
El recorrido muestra primero espacios de trabajo como la oficina presidencial, utilizada por Peña Nieto y sus antecesores, Felipe Calderón y Vicente Fox.
Ya en el segundo nivel está la recámara presidencial, que incluye un dormitorio y un vestidor, de unos 30 a 40 metros cuadrados cada uno. También una amplísima sala de televisión.
El sótano, que según policías militares que lo vigilan se usaba igualmente para entretenimiento y trabajo, incluye un cine privado con 35 sillones reclinables de cuero y la sala denominada “El Búnker”, con 20 lugares y cinco grandes pantallas.
De vuelta en la planta baja, otra de las vigilantes afirma que el comedor, dotado de una mesa rectangular para 28 comensales, era usado cotidianamente por la familia del expresidente mexicano Enrique Peña Nieto.
El futuro de la residencia aún es incierto.
“Poco a poco irá, con mucho diálogo con la ciudadanía, construyendo su propia vocación”, dijo Antonio Martínez, funcionario del ministerio de Cultura mexicano.