El mar en Panamá es un bien al alcance, uno del que podemos sentirnos orgullosos, pero suele ser más olvidado que recordado. Es la cercanía, el constante ir y venir de sus olas, una melodía monótona, a la postre, casi inaudible.
Teatro Carilimpia, mediante un proyecto lúdico intenta cambiar la apreciación desdeñada que recae sobre el mar y quiere empezar por los ciudadanos prematuros, por los niños, por el futuro.
Durante el mes pasado la compañía teatral se adentró en las aulas de varias escuelas para realizar el taller “Museo de la memoria y el mar”, usando técnicas del arte escénico con alumnos para hacerles reflexionar acerca de su entorno, poniendo en valor su recurso acuático y su ambiente.
El proyecto nació con la intención de “fortalecer la relación de los niños con el mar y la importancia del agua para la vida, apunta Maritza Mayté Vernaza, de teatro Carilimpia, quien explica a la vez que la producción se divide en tres partes, siendo la primera financiada en un 50% por la Comisión 500 años de la Ciudad de Panamá.
Del intercambio con los niños en cada taller, a Mariela Aragón Chiari le quedó la impresión de que aquellos que no están cercanos a la costa tienen “un vínculo con las playas, fuera de la ciudad, como sitio de esparcimiento, mas no tanta conciencia sobre el mismo”.
En esa comparación, comparte que los niños de Pacora están anuentes de los problemas del afluente insignia de la comunidad (río Pacora) y están conectados con la necesidad de protegerlo.
Uno de los objetivos del taller fue sensibilizar acerca del valor del mar como patrimonio cultural y la relación de este con la identidad y la ciudad.
En la segunda fase del proyecto educativo-cultural se presenta la obra de teatro llamada Wayra, el marinero y el chamán. Al equipo de Carilimpia liderado por mujeres, con su ya conocido elenco (Vernaza, Aragón Chiari y Alba De Obaldía) se añadió como artista invitado al director y dramaturgo colombiano Diego Fernando Montoya. En la escenografía participa la artista visual Martanoemí Noriega, con el aporte de murales, así también en el cargo de asesora creativa para varios títeres y objetos claves para el montaje, puesto que en la obra también tienen cabida los pequeños actores de tela.
El personaje principal de la obra es Wayra, interpretada por Vernaza, una niña a la que le quitan la etiqueta de tonta. La infante trata de elevar su cometa, pero el viento no parece estar de su lado en su objetivo. La intrépida Wayra buscará ayuda en un chamán, conocedor de la naturaleza para conseguir el vuelo de su juguete. “Wayra habla de cosas que sí le importan a los niños: el agua, el aire, la selva, y de cómo defenderlas de los hombres necios”, destaca un extracto de la obra.
Wayra, el marinero y el chamán ha sido presentada en ocho funciones, vistas por 130 alumnos por cada escuela y aún faltan por completar cinco fechas más en agosto.
La obra es un viaje, una aventura, un juego, apta también para adultos, “siempre y cuando vayan acompañados de un niño responsable”, advierte Montoya, en un extracto de la reseña oficial.
El montaje en el que actúa De Obaldía en múltiples papeles (chamán Pachanga, el marinero y el monstruo de la basura marina) será documentado por el fotógrafo Randy Navarro en una video de arte.
“La obra tiene muchos estímulos hermosos que corren el riesgo de ser transformados por la aparición del villano El Gran Jefe. Niñas y niños entienden desde el principio que el problema de Wayra es real y que la solución está en cuidar lo que tenemos a toda costa. Les gusta y se conectan con lo que ven al inicio y les molesta que sea dañado, y van entendiendo que hay que hacer algo”, destaca Aragón Chiari. “Lo bueno de trabajar con espectadores infantiles, es que son espontáneos en sus emociones, reaccionan si algo les gusta y si no, no”, destaca un resumen de la experiencia detallada en el blog del proyecto.
La tercera fase está centrada en expandir la obra y llevarla a centros educativos fuera del centro citadino entre septiembre y octubre.
La producción evalúa asistir a colegios ubicados en Chepo, a la comunidad indígena emberá Piriatí, Chiriquí y Colón.
