La primera versión del grupo nacional Proyecto Tuira, nació entre los años 1990 y 1991 en el desaparecido bar El Zaguán, como una continuación natural del Grupo Liberación, con quien el maestro Rómulo Castro hizo música en sus años universitarios, y que reactivó a fines de los años 1980 en una nueva etapa de bares.
“Proyecto Tuira interpretaba en El Zaguán una mezcla de temas musicales propios y música popular bailable de buena factura. Hacia 1996, tras el nacimiento del sello discográfico independiente Kiwi Records y la grabación de La Rosa de los Vientos por Rubén Blades, la banda adquiere su formato actual y pasa a denominarse Grupo Tuira, para grabar su primer disco en regla, Herencia (1997)”, recuerda Castro.
Desde que comenzó en la faena de componer canciones en la década de 1970, “con apenas una guitarra y buenos libros, discos y autores de referencia, siempre aspiré a integrar un grupo musical profesional que se dedicase a investigar y cultivar la música del mundo, articulándola con géneros musicales actuales e imbricándola con el folclor panameño y afrocaribeño”.
Tras su etapa de formación universitaria, los años de militancia política y canciones de barricada, Rómulo Castro escribió canciones “más pensadas y estructuradas, que a la par de los textos con intención poética enriquecían su andamiaje con armonías e influencias más complejas. Ese sueño solo se concreta con el Grupo Tuira, en el que siempre me han acompañado excelentes músicos panameños que aportan mucho a mis canciones y hacen posible la sonoridad Tuira”.
¿El propósito? “Ir un poco a contracorriente de modas: contar y cantar historias, mover a la reflexión; mostrar que como pueblo y multicultura, en Panamá, tenemos mucho que mostrar al mundo y muchísimo más que aprender de él”.
Producciones
El disco del Grupo Tuira Herencia (1997) lo define como una recopilación de sus canciones más importantes de la segunda mitad de los años 1980 y buena parte de la década siguiente. “Quienes nos siguen lo recuerdan, por su alta carga de panameñidad”.
Mientras que Amor a medias (1999) “fue casi compuesto en su totalidad como obra singular. Tal vez se le recuerde menos por su carga ‘rockera’ no exenta de lo panameño”.
Luego fue el turno de Travesías (Madrid, 2003), concentrada en las migraciones humanas “y seguramente se le conoce más fuera, que en nuestro país”.
Palabra decantada (2006), por su parte, “resultó apenas la banda acústica del libro poético-biográfico del mismo nombre”.
En Intermedio (2009) se permitieron “replantearse nuevos temas y sonoridades colectivas posibles”.
Lo nuevo
El eje de este colectivo ha sido “la diversidad de influencias y propuestas musicales y literarias, desde la óptica de ‘lo panameño’ y a partir de los retos de nuestros propios días”.
En los últimos 10 años el planeta ha cambiado. “¿Cómo tratar de escapar de ese entorno cambiante si no hay a dónde hacerlo? ¿No sería conveniente replantearnos, con humildad y diversidad, nuevos rumbos posibles?” Ese es el origen de Multiverso, lo nuevo del Grupo Tuira.
Este disco es el resultado de dos años de preparación, “en los que la amistad, los viajes y las nuevas tecnologías nos permitieron sumar, real o virtualmente, voces y sonidos de distantes lugares del planeta”.
Casi sin presupuesto, aunque con ganas y entusiasmo, les fueron llegando los ecos del country, las jotas valencianas, el kapa-haka neozelandés y los sureños aires de la chacarera. “Y acá los fuimos bordando con nuestras particulares formas de entender el tambor congo, el ukalele de nuestros afroantillanos o la impronta mestizo-caribeña del acordeón. Ya disponíamos de los coloridos hilos del rock, el jazz, la trova o la salsa, con los que armamos de a poco la tela a cuadros de nuestra música”.
Se inclinaron a llamarle Multiverso porque es una palabra compuesta “en la que caben significados plurales: tanto las concepciones del espacio-tiempo einsteniano, como las hondas significaciones de la poesía iberoamericana, de las que nos llegan más el asombro ante lo infinito, que su conocimiento pleno. Por allí transcurre el texto de la canción. Por allí quisimos que también caminasen las otras 19 canciones que completan este disco”.
Campañas
En el álbum Multiverso hay temas escritos para el Día Mundial de la Alimentación (El mundo en nuestras manos) y en contra de la corrupción (Como bien de amor).
Se trató de convocatorias diferentes “para musicalizar campañas publicitarias, oficio alterno al que debemos dedicarnos Luis Thomas y yo para completar la quincena y, siempre que se pueda, tratar de decir algo constructivo y bueno”.
En el caso del Día Mundial de la Alimentación, “hace unos años resultamos convocados por la oficina regional de la FAO para musicalizar una campaña mesoamericana de concienciación temática”.
En el tema anticorrupción, por su parte, “hacia fines del desgobierno de Martinelli, el capítulo panameño de Transparencia Internacional nos propuso -a un grupo diverso de artistas panameños- participar en una campaña ciudadana contra ese mal que corroe nuestros días”.
Durán
Otra labor del Grupo Tuira, que también está presente en Multiverso, fue escribir una canción homónima para el documental Los puños de una nación, de la directora Pituka Ortega Heilbron, sobre Roberto Durán y que fue estrenada en más de una docena de festivales internacionales de cine del mundo.
Rómulo Castro llegó con su familia a Panamá en 1977, “en los años álgidos de la lucha por la recuperación del Canal y de nuestra plena soberanía como nación. Eran también aquellos los mejores años boxísticos de ese atleta legendario que es Roberto Durán. Y ambas cosas parecían conjugarse en una: las victorias de Mano de Piedra en el ring, y las del Panamá de Omar Torrijos en la arena internacional de las solidaridades no alineadas”.
“Esta canción casi se escribió sola, desde la perspectiva del joven que fui y su generación comprometida con las mejores causas”, recuerda.
Rubén Blades
En los años tras la invasión militar estadounidense a Panamá, Rómulo Castro y un par de amigos abrieron un bar “que acabó siendo casa de la música nacional y centro de resistencia cultural durante unos siete años. Se llamaba El Zaguán y resultó exitoso como propuesta artística, aunque no como empresa comercial”.
En ese bar nacieron las ideas base de lo que luego fueron el sello discográfico Kiwi Records y algunos temas que terminaron en discos de Rubén Blades. “Fue aquel también el primer local político de Papa Egoró, de Blades”.
Para La rosa de los vientos (1996, Grammy al Best Tropical Latin Album) resultaron elegidas dos canciones de Castro: La rosa de los vientos y Hay un supermercado en el semáforo, en esta última lo que “solo me cabe la culpa de la música, pues el poema es de Consuelito Tomás”.
Otras tres canciones de Castro: Tiempo de encrucijadas, Mi tierra y tú y El Puente del Mundo (que forman parte ahora de Multiverso) llegaron al disco Tiempos (Grammy al Best Pop Latin Album), de Rubén Blades y que el autor de Pedro Navaja rebautizó Encrucijada, “Tú y mi ciudad” y Puente del mundo, respectivamente.
En Panamá, el Grupo Tuira tiene “un público leal, pero pequeño, pues el sistema raramente acepta arte que pueda resultar antisistémico o música ‘pensable’ más que bailable. En el mundo, salvo en públicos especializados en ‘nueva canción’, seguimos siendo unos perfectos desconocidos. Por eso, cuando en algún escenario internacional antecede a nuestra presentación el crédito de los Grammy junto a Rubén, se abren algunas puertas antes cerradas”.
Versos compartidos
En Multiverso también hay poemas de Manuel Orestes Nieto, William Ernest Henley y Consuelo Tomás que el Grupo Tuira ha llevado a la música. “La poesía y la canción resultan primas hermanas, pero no hermanas gemelas. Por eso el reto de quien musicaliza un poema siempre será que este acabe sonando como canción, que fluya con naturalidad y no resulte remedo de cántico eclesial del medioevo”.
Su aproximación a la composición musical “siempre ha tenido carga literaria y, particularmente, poética. He tenido en suerte amorosos padres lectores que supieron inculcarme el buen hábito, antes de internet, los celulares y las redes sociales”.
Cuando llegó a Panamá, “disponía de más información sobre el Siglo de Oro español, la Generación del 98 y el Modernismo latinoamericano, que sobre la poesía panameña del siglo XX. Pero en el camino fui descubriendo que este país -por las razones que sean- produce unos poetas de talla mundial a los que incluso tuve el privilegio de ir conociendo en persona: Rogelio Sinán, Pedro Rivera, Manuel Orestes Nieto, Consuelo Tomás y un largo y próspero etcétera. Leerles y musicales resultó una buena ruta para convertirme en trovador panameño”.
Otro proceso paralelo “fue el de ir intuyendo de a poco la poesía en lengua inglesa a través de las canciones de John Lennon, Bob Dylan, Neil Peart o Leonard Cohen: por esa ruta llegué luego al célebre poema de Henley que inspiró a Nelson Mandela, y que debiera inspirar a nuestros jóvenes a resistir desde su singularidad y contribuir a la edificación de un mejor mundo plural.
A cuatro manos
También en Multiverso hay canciones escritas a cuatro manos entre Rómulo Castro y otros colegas, como fue el caso El sur que soy y Boceto de dama y balcón, con Leonel Alvarado.
“Ha resultado divertido, complejo y productivo. Conocí a Leonel hace pocos años, cuando vino desde Nueva Zelanda a recibir un premio centroamericano de poesía, como el hondureño de corazón que sigue siendo. Él ya conocía un par de mis canciones. Lo demás fluyó con la amistad y la comunidad de propósitos”, comenta.
Unos meses después armaron conciertos en conjunto, al que siguieron la composición en dupla creativa de El Sur que soy y Boceto de dama y balcón. Y, luego, hizo un viaje a Nueva Zelanda y la producción en tándem de El Sur y La Rosa Maorí (una nueva versión de La rosa de los vientos), que también están en Multiverso.
Otras tierras
Nueva Zelanda es conocida como “la tierra de la gran nube blanca” para el pueblo maorí.
“Aproximarme a su geografía, su cultura e historia, fue acicate creativo y lección de vida: tan lejos y tan cerca, son un país relativamente pequeño, dividido en dos por una franja de agua y con una población equivalente en número a la nuestra. Hasta allí parecen llegar las semejanzas” entre esa parte del planeta y Panamá.
Cuando se adentró a la historia del hermano país distante, descubrió “las luchas semejantes de pueblos originarios por preservar su identidad y seguir ‘siendo’. Lo demás fue intentar poner todo aquello, junto, en una misma historia musical. No sé a ciencia cierta cuánto logramos, pero el resultado fue esta Rosa Maorí que continúa emocionándonos”.
La primera formación de una banda icónica nacional
Desde el Grupo Liberación y Proyecto Tuira acompañaron a Rómulo Castro: Luis Arteaga (voz) y Tony Martínez (percusión). En 1990 se suman Samuel Vallejos (batería) y Luis Thomas (teclados), quien desde entonces fue su dupla para la producción y dirección. Luego llegaron Marco Linares (guitarras), Germán Lawson (bajo), Rey Cruz (percusión afro-caribeña), Wichy López (trompeta), Guillermo Franco (percusión afro-panameña) y Dino Nugent (piano, teclados y arreglos).