En Pekín viven 22 millones de personas. Con esa cantidad de gente, uno podría suponer que habría mucho de todo. Aunque no es el caso, al menos no para el punk rock. En la capital china hay apenas, que se conozca, un puñado de bares de música underground. Son los epicentros de distintos estratos sociales, personalidades, formas de vivir. En este antro de música se puede encontrar hombres con spikes y mohawks -peinado que va de la mano con la cultura punk-, una mujer entrada en sus 50 años de edad, un hombre vestido de oficina, otro con un abrigo de cuello de tortuga. Se puede encontrar, incluso, a una niña de 7 años de edad que, con audífonos protectores, fue a ver la banda de rock de su profesor de batería.
School Live Bar está muy cerca del centro de la ciudad, marcado por la plaza Tiananmén. Es parte de uno de los incontables hutong de Pekín, que no son más que callejones oscuros. En estos zaguanes están los mejores restaurantes, bares, discotecas, y tiendas. Y por supuesto: uno de los bares de punk rock de la ciudad.
Un pasillo con paredes sin pintar es el preludio del bar, que mezcla el punk -con fotos por doquier- y el deporte, con dos pantallas en la que transmiten fútbol europeo. Justo en la entrada hay una mesa de fútbol y en la barra se pueden encontrar cervezas desde $3. A la derecha, el refugio del punk chino.
Pese a ser un bar de rock alternativo, que en otros países se asocia con lo precario, el School Live Bar tiene en su entrada a un tipo que cobra con computadora en mano. Sobre el escritorio en el que reposa, el código QR con el que todos los chinos pagan sus cuentas: restaurantes, hoteles, buhonería, toques de punk rock. La entrada tampoco es nada barata: $13. En Panamá, por poner un ejemplo, los toques de este tipo de rock pueden llegar a, como caros, $5.
Donde está dispuesta la tarima del School Live Bar es un salón de dos pisos con iluminado rojizo y repleto de afiches y calcomanías de bandas inglesas y estadounidenses. Arriba sirve de balcón con algunas mesas y sillas, mientras que abajo está el escenario. Es una plataforma justa para una banda de cinco integrantes.
El punk rock, se vincula a sonidos crudos, improvisados, con equipo de tercera mano, emparapetados para apenas funcionar. También se relaciona con áreas sucias, desordenadas y baratas.
El punk se originó en la década de 1970 en Estados Unidos e Inglaterra, principalmente. Se trataba no solo de una nueva expresión musical, sino cultural, en la que florecían letras incendiarias y una actitud rebelde frente a las normas sociales conservadoras. En cuanto al sonido, era crudo, con poco control de los volúmenes, con ritmos rápidos y furiosos.
Con el tiempo evolucionó y mientras más bandas se fueron por este camino, el sonido comenzó a refinarse, aunque en este tipo de bar, donde las bandas apenas comienzan, todo gira en torno a aquellos orígenes.
Un poco antes de las 10 p.m. una chica muy delgada se quitó su abrigo de corte europeo y se fue hacia la batería. Comenzaba la prueba de sonido. Los otros cuatro miembros de la banda eran hombres. Solo el bajista tenía tatuajes. Vestían como si estuvieran haciendo cualquier otra cosa: una apertura de cuenta en un banco, recoger a un niño en el colegio, atender una obra de teatro. El vocalista era el único que se distinguía del resto, con un overol y una cadena en su cintura. Tocaban una especie de screamo punk. Era la primera banda de la noche, por lo que el público aún estaba frío. Pocas voces cantaban los coros, apenas dos jóvenes de barriga pronunciada que desde primera fila dejaron el alma en la garganta. Todo estaba muy tranquilo hasta que el cantante, con cerveza en mano, reparó que entre el público había foráneos y dijo algo en chino. Segundos después, comenzó el pogo, que no es más que un baile con saltos, empujones, giros y cabeceos. Tocaron por 25 minutos.
La segunda banda empezó su prueba de sonido cinco minutos después. El vocalista, como buen guitarrista, fue el que más retrasó la prueba ya que insistía en que su guitarra no se escuchaba lo suficiente. En esta vestían todos de negro y tenían una onda más de hardcore punk y tenían canciones en inglés en su repertorio. El público, que ya había aumentado, estaba un poco más cálido y cantaban las canciones.
Nueva cultura
La escena punk de Pekín es bastante incipiente, tal y como lo mostró el documental Beijing Punk, de Shaun Jefford, quien se dedicó por varias semanas a entrevistar a los protagonistas del punk rock durante los días previos al comienzo de los Juegos Olímpicos de 2008.
Encontró una escena en la que el punk occidental marca el norte y cuya audiencia es escasa. Al igual que las bandas del School Live Bar, el punk chino tiene muchas letras en inglés. Quizás por la influencia, pero también podría ser una forma de esquivar la censura china.
El documental también muestra a jóvenes que intentar, en su forma, hacer resistencia a la sociedad china al considerar al punk como una forma de expresión antisistema en una colectividad tan estructurada como aquella.
Regina, intérprete y rockera, asegura, sin embargo, que el punk ha ganado audiencia en los últimos años después de una explosión del género a finales del siglo pasado. Añade que ya es mucho más aceptado ver a una persona vestida con chalecos con púas o con peinados estrafalarios. “La influencia occidental es muy importante para las corrientes de música pesada en nuestro país. Muchas de estas generaciones aprenden de la música rock de Estados Unidos. Una de mis bandas favoritas solo toca en inglés”, dice en un castellano con acento ibérico.
“En China hay algunos lugares de música en vivo que presentan bandas de rock pesado, pero casi no existen los que se dediquen a únicamente a este tipo de espectáculos”, añade Regina.
El cierre del show
La tercera y última banda fue la cereza del pastel: Hell City. Una banda con una actitud más tradicional en cuanto cultura punk, con spikes, mohawks, chalecos de cuero y cadenas. Es una banda formada en 2004, con dos producciones discográficas y que tienen un sonido más hacia el punk clásico, con voz rasposa, melodías simples y agresivas y coros pegajosos. Para cuando tomaron el escenario, el salón estaba a su máxima capacidad y desde la primera canción hubo pogo.
Promocionaban su último disco Chaos has never stopped. y todos se sabían sus canciones. Casi todas eran en inglés y llevaban tintes sociales, como Time to kill everything (tiempo para matar todo) o Voice of China (voz de China). Tocaron por 30 minutos. Su última canción fue un cover de Blitz, una banda inglesa de los ochenta. El público, sudado y mojado por las cervezas que lanzó la banda en varias oportunidades, cantaron con desenfreno el coro.