Pocas veces me ha dejado tan perpleja el nombre de un restaurante. ¡Y no se me ocurrió preguntar! Pero creo que la respuesta la encontré en el menú, donde dice que “Comer bien no cuesta tanto”. Y tenían razón, porque los precios son razonables.
El menú tiene varios ceviches, picadas de embutidos, arepas, wraps, ensaladas y platos fuertes, que vienen con una guarnición que uno elige.
Comenzamos con un ceviche de camarones, el tradicional con los camarones algo duros y un poquito mariscoso. Luego, unas arañitas bastante buenas, con una “tártara” no muy convincente, aguada y sin textura, pero con unas pizquitas verdes.
Después pedimos una ensalada caprese, que trajo vinagreta con balsámico en vez de simple aceite de oliva, y unas hojas de albahaca, y queso blanco venezolano; estaba bien, pero la proporción de tomate excedía a la de queso y albahaca.
Los platos fuertes nos sorprendieron favorablemente: pedimos un filete de pescado al ajillo que vino doradito por fuera y excelente sabor y textura; la salsa era del tipo espesado con harina o maicena, con un poco de vino y perejil.
Luego un pernil de cerdo, de ración decente, con una salsa dulzona, muy sabrosa. La pedimos con yuca hervida y nos hicieron la cortesía de ponerle mojo que no estaba en el menú, pero pedí.
El tercer plato fuerte fue el más creativo: el “Lomito Garibaldi”, que es filete picado, salteado con pimentón y cebollas, bien sazonado y con semillas de ajonjolí rociadas encima. De base, trae tajadas fritas; desafortunadamente, estas no estaban maduras, pero bueno... vino con arroz y funcionó muy bien.
A la hora del postre, optamos por un pie de limón, tipo Key Lime, con costra de galleta y relleno de excelente textura, muy suave y no empalagosa para nada.
Tienen jugos naturales, y recomiendo la limonada con papelón (raspadura) y el licuado de fresas. Barra completa, más dirigida hacia destilados y cocteles que a vinos. ¡Ah!, y hacen karaoke los fines de semana. Dixit.