Enormes dinosaurios erguidos junto a fantasiosos hongos en el inclinado patio trasero. Un Pedro Picapiedra de tamaño real recibe a las visitas en la puerta principal. Y junto a la cochera y sobre el césped, está un enorme letrero naranja, púrpura y rojo que dice “Yaba daba dú”.
La batalla más reciente en la guerra entre las reglas del gobierno y los derechos de propiedad se desenvuelve en un lujoso suburbio en San Francisco, en donde una magnate jubilada de la industria editorial instaló un elaborado homenaje a la familia Picapiedra. La llamativa y protuberante casa está rodeada de esculturas de la Edad de la Piedra inspiradas en la caricatura de la década de 1960, junto con alienígenas y otras rarezas.

La controversia ha provocado que la prensa cubra el hecho y miles de personas han firmado una petición en internet para preservar la llamativa propiedad.
El mes pasado, las autoridades presentaron una demanda en una corte estatal para obligarla a quitar las esculturas que instaló sin permiso en su jardín.
La abogada de la mujer dijo que las autoridades esnobs quieren quitarle el derecho constitucional de disfrutar su jardín y promete que luchará enérgicamente.

