Un puente bajo construcción en el segundo puerto más activo de Estados Unidos no solo representa un paso vital para camiones de carga y automóviles del sur de California sino que también constituye un importante experimento de cemento y acero para ingenieros y sismólogos.
El puente, que tendrá una extensión de 2 mil 680 metros sobre el puerto de Long Beach, contendrá 75 sensores sísmicos que medirán las fuerzas que registra ese tramo cuando una o varias de las fallas de las inmediaciones desata un temblor.
El puente reemplaza al Gerald Desmond Bridge y debería estar listo el año que viene.
“No se construyen puentes nuevos con demasiada frecuencia, de modo que esto es muy importante”, declaró John Parish, director del Departamento de Topografía (Geological Survey) de California.
El Programa de Instrumentación de Grandes Movimientos será una de las oficinas que analizarán la información reunida por los sensores.
Los puentes y otras obras de infraestructura de California tienen sensores llamados “acelerómetros” desde la década de 1970. Uno que empezó a funcionar entre San Francisco y Oakland en 2013 cuenta con más de 200.
Pero esta es la primera vez en que los sensores son incorporados al diseño del puente de entrada, según Duane L. Kenagy, ingeniero y subdirector ejecutivo interino del puente.
El nuevo puente, cuyo costo es de mil 500 millones de dólares, es histórico no solo por la tecnología sismológica incorporada, sino porque es el primer puente atirantado (sostenido por cables) para vehículos en California.