Giran, giran y vuelven a girar. En una pista de baile de la pequeña localidad polaca de Kaminsko, parejas de todas las edades encadenan piruetas al ritmo de viejas danzas interpretadas con instrumentos “endémicos” venidos desde la lejana Edad Media.
La fiesta popular, que se celebra durante una feria de instrumentos antiguos, está en su apogeo máximo. Los bailes se llaman mazurcas, obertas o owijok.
Los ritmos salen de “bajos de Kalisz”, un grupo de instrumentos primos de la viola de arco y de la viola, que los campesinos en esta zona del centro-oeste de Polonia fabricaban hasta principios del siglo XX.
Los instrumentos provienen del taller de un apasionado de estas tradiciones en Kaminsko, un pueblo de la región Gran Polonia. Allí Mateusz Raszewski crea, fabrica, cuerda y toca estos bajos tallados a mano a partir de una sola pieza.
“Fueron clasificados oficialmente en la década de 1950 y solo se produjeron en esta pequeña región del río Prosna”, explica a la AFP este artesano barbudo de 38 años, vestido con una camisa rústica y un delantal de cuero.
Piotr Piszczatowski
Experto en cultura popular en Polonia.
El instrumento se talla a partir de trozo de chopo o de sauce y recuerda a un violonchelo que hubiera perdido sus proporciones, con un mango corto, muy grueso y con dos cuerdas, que excepcionalmente pueden ser tres. “Es una solución muy antigua, que se puede encontrar en la crwth galesa del medioevo”, que es una especie de lira, dice Mateusz Raszewski.
“¡Solo Dios sabe cómo se las arreglaron estos campesinos de Kalisz para tener este diseño!”, agrega.
Cada instrumento es único y depende de la técnica, los materiales y las herramientas con las que cuente el campesino.
“Para hacer el contorno, a veces se ponía un violín delante de una vela y se medía la sombra que proyectaba en el muro”, cuenta Raszewski.
Como en los viejos tiempos, trabaja con hachas, sierras y cinceles. Los ensamblajes se hacen con clavos, “algo impensable para un lutier moderno”, dice mientras sonríe. “Su sonido es crudo, ronco y mate. Proporciona la línea de bajo y el ritmo en el cual el violinista construye la melodía”, explica.
Raszewski se enteró por casualidad hace una década que su abuelo era un lutier de Posna que fue obligado por los nazis a cerrar su negocio porque uno de sus trabajadores era judío.
Este descubrimiento lo motivó y aprovechando su carácter autodidacta y que sabía fabricar guitarras, se lanzó a buscar en museos, archivos y en áticos olvidados y también se reunió con viejos músicos.“Me encontré con un exbajista que había identificado en una foto de la década de 1950. Durante más de 50 años nadie se interesó por él”, cuenta.
La llegada del acordeón a mediados del siglo XIX precipitó el declive de estos bajos.
