MÉXICO. Arturo Ripstein lleva 50 años analizando los bajos fondos de su México natal, buscando la belleza en la marginalidad porque, asegura: “los pobres son muy fotografiables, me salen mejor que los que tienen coche y corbata”.
Eso cuenta en el Festival de Venecia, donde estrenó La calle de la amargura, su último trabajo, que llega ahora a los cines en un expresionista blanco y negro y con el habitual guion de su esposa, Paz Alicia Garciadiego.