La brasileña-francesa Sueli Brodin no sabe qué se siente pertenecer a una nación, y no le disgusta. Por el contrario, su historia de vida multicultural le enriquece su curiosidad por conocer otros destinos y formas de vivir.
De raíces japonesas por el lado materno, y francesas por el paterno, esta especialista en literatura inglesa vive desde hace 25 años en Merit, Holanda, donde labora como la oficial de comunicaciones de la Escuela de Gobernanza de la United Nations University - Maastricht Economic and Social Research Institute on Innovation and Technology (UNU-Merit).
Por haber tenido de hogar a Brasil, Pakistán, Japón, Francia, Estados Unidos, Israel, además de Holanda, en diferentes etapas de su vida, habla portugués, inglés, holandés y español.
“No sé lo que es sentirse tener una nacionalidad en particular. Me siento muchas cosas, y esta mezcla es muy importante para mí porque no quiero escoger”, dice Brodin, quien es autora del libro Mygration story: The Girl from Hiroshima, en la que narra parte de la historia de su familia.
Brodin, quien estuvo en días pasados en Panamá en representación de UNU-Merit brindando un taller de periodismo científico, opina que cada país debe poder sacarle provecho a la sinergia que existe la comunicación científica, la educación y los asuntos gubernamentales y políticos.
Esta editora, aficionada a la fotografía, señala que “el trabajo de los científicos tiene que ser comunicado, porque el desarrollo de un país no va a ocurrir si la gente no entiende [el resultado de sus investigaciones]”.
“Lo que vemos mucho es que los tomadores de decisiones de los países tampoco leen estos textos complicados, entonces, hay mucho esfuerzo de comunicación que es necesario emprender para que los mensajes importantes de los científicos lleguen, porque cada uno debe tener una misión en la vida para ayudar al país a lograr el mejoramiento de las cosas”, resalta.