Viejas cartas escritas por el legendario Carlos Gardel, que serán subastadas en Uruguay, revelan su veta de cronista poco conocida, que más allá de la imagen de galán de cabello engominado, clavel y sonrisa encantadora, retratan su carácter vital y aventurero.
El lote, que será subastado por Remates Corbo en Montevideo, está integrado por siete cartas -algunas escritas de su puño y letra-, además de un telegrama, el manuscrito original del tango conocido como Poncho del olvido y otros documentos personales.
Las cartas, todas dirigidas a su íntimo amigo y administrador José Razzano, “tienen un valor de investigación”, dice Eduardo Corbo, dueño de la casa de remates. “Vemos un Gardel emocional, fraterno, una veta de Gardel poco conocida”.
Casi todas las cartas, que pertenecen a los descendientes de un adinerado coleccionista uruguayo fallecido, corresponden a la década de 1920, cuando Gardel forjaba con audacia su fama en Europa.
“Era un sudaca, venía del sur con una novedad que gustaba”, cuando el mundo dejaba el Art Nouveau y entraba al Art Déco. Eran “los años locos. El tango empezaba a gustar”, añade Corbo.
“Me tienen loco a contratos”, dice en una carta fechada en enero de 1926 y dirigida al uruguayo Razzano, con quien formó un exitoso dúo. En seis hojas blancas escritas con una caligrafía clara y grande y fechadas en Mallorca, España, “Carlitos” relata como llevaba “un tren de gran bacán” y se relacionaba con lo mejor de la sociedad parisina, pero también explica que invertía su dinero en hacerse “propaganda, afiches, clichés”. Cuenta además que mandó confeccionar una “cortina de seda” para sus presentaciones. “He andado de un lado al otro, en fin, la cuestión es no mostrar la hilacha, pues me creen que trabajo porque me da la gana”, confiesa a su amigo mientras le comparte sus preocupaciones por los ingresos o le reprocha a Razzano su vicio por las carreras de caballos y las deudas que esto les conlleva. En otra carta escrita en el barco de vapor Mafalda, Gardel relata con humor una peculiar aventura que se inició cuando pasaban por Río de Janeiro y “se produjo un lance caballeresco a bordo”.
El diferendo era entre el entonces cónsul de Argentina en Nápoles, Italia, y el hijo de un renombrado maestro de orquesta apellidado Vitale. El argentino había pedido a Gardel que fuera uno de sus padrinos.

