Su voz a ratos tiembla, luego se mantiene dulce, serena y melodiosa. Es la conducta asumida por Magdalena Camargo Lemieszek, desde el podio, cuando recita sus versos en una plaza de Medellín, Colombia, en medio de un festival de poesía en 2015 donde dibuja con sus palabras las acciones de un inquieto pequeño en el poema Carta al hijo que no tendré.
Con pasividad, verso a verso, transporta a una multitud ávida de su inventiva a un escenario fantástico. El aplauso: su recompensa. Pero, más allá de los halagos, este año Camargo Lemieszek ha conquistado su tercer premio nacional Gustavo Batista Cedeño, celebrado en honor a un poeta tan joven como ella.
Camargo Lemieszek puso a competir su poemario El preciso camino hacia la nada, bajo el seudónimo de Aleph, el cuento del argentino Jorge Luis Borges, uno de sus escritores favoritos.
A este tercer premio, le llama el cierre de un ciclo. “En la literatura todo debe tener una razón y una intención” y haberse impuesto como vencedora 10 años después de su primera participación le resulta “especial y simbólico”.
La poeta desecha la manía de acumular premios por hobbie, se siente más interesada en hacer creaciones dignas que en ganar reconocimientos. En este punto es muy común la presión, admite. “Me comienzan a preguntar cuándo voy a ganar el [Premio Nacional de Literatura] Ricardo Miró. Ciertamente es algo que causa ilusión, pero no aspiro a ganar concursos, aspiro a escribir buena poesía, libros que valgan la pena y eso ya es ser bastante ambicioso”.
Magdalena Camargo Lemieszek
Poeta
La escritora de 30 años, estudiante en última fase de Lengua y Literatura española en la Universidad de Panamá, ha convertido en libros sus títulos Malos hábitos (2008), sobre el amor, y El espejo sin imágenes (2012), acerca del autodescubrimiento, como resultado de los dos primeros premios derivados del Batista Cedeño. Y su más reciente proyecto es crear junto a otros poetas colegas, un sello cultural. “Estamos particularmente preocupados en la edición, accesibilidad y divulgación de la poesía panameña”.
El concurso a Camargo Lemieszek le ha generado una especial curiosidad por el personaje que lleva su nombre, Gustavo Batista Cedeño. Por eso realizó una búsqueda de sus obras con la decepción de que apenas halló material. “Es urgente reeditar su obra. Yo tengo un ejemplar de Áncora y otros poemas que conseguí de milagro y es preciso que los poetas jóvenes lo lean”. La joven creadora insiste: “Gustavo es increíble. No tenía ni 30 años, se nos fue demasiado pronto, pero nos dejó una obra de una calidad sobrecogedora”.
Cuando se le pregunta sobre su talento y de dónde viene el arraigo por la poesía, la poeta generalmente se encoge de hombros. Ha sido el estudio y lectura basado más que todo en exploraciones en internet descubriendo a Alejandra Pizarnik, Jaime Sabines y a Borges. “En mi árbol genealógico no hay escritores ni artistas, tampoco crecí rodeada de grandes bibliotecas ni de intelectualidad”, describe.
Magdalena Camargo Lemieszek
Poeta
El primer atisbo con la literatura le vino por un pedido inocente a su madre. Tenía 13 años cuando sus manos pasaron página por página Cien años de Soledad, la obra cumbre de Nobel literario colombiano Gabriel García Márquez. “Me lo compró y lo leí”. No era la alumna más aplicada de español, ni la más fiel lectora. Pero de allí en adelante detectó “un cambio radical de sensibilidad y percepción” hacia la escritura.
Camargo Lemieszek es hija de dos universitarios, un panameño y una polaca, por eso nació en Szczecin, Polonia y luego de ocho meses, su familia se estableció en el istmo. Piensa que haber estado en contacto con lo natural en el poblado coclesano de Aguadulce le sirvió para hacer surgir la poesía. Se recuerda como una niña feliz, corriendo descalza debajo del aguacero, comiendo caña en los márgenes del río o persiguiendo las cenizas que caían del cielo en la temporada de zafra y oyendo atenta los cuentos que en las noches su abuela le relataba mientras ella se acomodaba en su regazo, los clásicos de Tío Lagarto y Tío Conejo. “Si ese no es un sitio donde debería retoñar la poesía, entonces no sé nada de poesía”, apunta.
Propuesta ganadora
Camargo Lemieszek juega con la metáfora, la belleza y la verdad. En su última creación ganadora El preciso camino hacia la nada aborda la sensación de angustia e incertidumbre como para hacer reflexionar acerca de la memoria y el olvido. “Cada poema nos presenta como seres humanos enfrentados a nuestra propia humanidad, al propósito y a la permanencia que podemos -o quizás no podemos- decidir que tenemos en el mundo”.
El poema que da título a la obra entera lo escribió en medio de un fenómeno conocido como luna roja, hace tres años.
La poeta se prepara para retornar el próximo mes al Festival Internacional de Poesía de Medellín, donde debutó en 2015. Antes de que finalice el año, sus versos viajarán con ella también a Honduras, España y Marruecos, mientras su obra comienza el proceso de impresión y empastaje como parte del beneficio de ganar el premio Batista Cedeño.