Precipicio sin fondo. Sufrimiento sumo. Lo insondable en millones de almas. Melancolía. Ánimo y corazón rotos. Aflicción, horror, peligro, incertidumbre. Abuso, desolación, víctimas, hambruna, muerte.
Bebés sin destino cierto. Niños vagando sin brújula tutora. No pocos creen que esos bebés y niños –los vivos y los muertos– son un detalle. Que la geopolítica es la madre.
Éxodo forzado por millones, lágrimas por doquier. Desplazados, refugiados, migrantes. Sobrevivir fuera de la casa. O entre sótanos o refugios, improvisados o no. El espacio común derrumbado. La ruina del edificio público, de la vivienda particular, de la escuela y el hospital. De la maternidad blanco del misil.
El retorno al poder absoluto y el vacío de reverencia al bien. Se empaqueta el mal como bien, y no se blinda todo, o se intenta, pero el bien queda en la intemperie. Huérfano de madrina.
Se aplaude el mal, la puntería desde el bombardero terrestre y aéreo, en forma voluntaria o involuntaria, y se juega con la duda de su naturaleza. No se indignarán ante el mal ni se avergonzarán ante la presencia de él, representado por humanos eficientes y diestros en las tecnologías de punta y otras más atrasadas. Zeus entrará en irá y relampagueará. Así lo manifiesta el mito griego sobre la Edad de Hierro.
No se oculta la adoración de quien hace daño a los demás. Quienes creen en el demonio elaboran un discurso de lujo, con tremendo palabrerío. Da gusto. Hay quienes lo veneran. Ni siquiera esconden esa preferencia. Su éxito: es categoría política.
Es el humano quien pelea contra su propia especie. Es una especie destructora. Predadora. No se adapta a su propia sociedad. Quiere destruirla. No sé por qué. Alguien le aflojó un tornillo. Y excusas no faltan, y si faltase una más, se fabrica. ¿Cuándo la quieres? ¿Cómo? ¿Para comérselo en el momentum o para llevar?
Cada uno necesita que su vida tenga sentido: y lo expresa con maldad o bondad. Los buenos somos más. Mucho santo andante. Para Al Capone, su rictus criminal era el afán de su vida, igual para que sus captores era el capturarlo a él.
En la era del progreso genético, del desciframiento del genoma, también el humano y de la clonación, es como si lo hubiesen multiplicado o clonado, pero empeorado o mejorado, según se vea.
Este humano predador destruye la vida, el amor, el espíritu, el cuerpo. Destruye no solo a la víctima, sino al propio destructor. Y tiene la capacidad de no ser percibido. Expresa la vida volviéndose contra ella. Entenderla no significa condonarlo. Entenderlo para combatirlo por malsano.
Conservan la estabilidad social la venganza de sangre –destructibilidad sangrienta– y la crueldad.
Toca movilizar el amor, única fuerza capaz frente a la muerte. Debemos crear esas condiciones de paz ante tanto malandraje, en Europa y también en América.
El enemigo común en el planeta es la adoración al poder (político, sobre todo) sin ningún control.
Un exministro alemán que disfrutó de las mieles del poder y la adulación las convirtió en odio y amargura absolutos. Preso, detestaba que el director lo tratará con interés humano, odiaba a todos y se molestaba cuando el árbol del patio de la prisión empezaba a florear, relata Erich Fromm.
El autor es periodista y filólogo.
