La provincia de Panamá tiene un número considerable de cerros y muchos de ellos quedaron dentro de los límites que exigieron los norteamericanos para marcar el territorio que le secuestraron a la República de Panamá.
Sin embargo, de todos esos accidentes geográficos que pasaron a ser zoneítas, solo uno de ellos, llamado Ancón, alcanzó tal fama histórica que quedó convertido en un símbolo nacional. Es el único que hoy, luego de recuperado el territorio nacional llamado Zona del Canal, luce una enorme bandera panameña.
El cerro Ancón no es solo un símbolo; es un personaje de la histórica lucha por la soberanía nacional. Por obra y gracia de un poema de Amelia Denis, la poeta convirtió un cerro, en un ser.
La mágica conversión la hace Amelia desde su primera cuarteta. El lector percibe una relación amorosa propia de humanos: “Ya no guardas las huellas de mis pasos / ya no eres mío, idolatrado Ancón / que ya el destino desató los lazos / que en tus faldas formó mi corazón”.
En las seis estrofas siguientes, se ocupa en mostrar las pruebas de su íntima relación, de cuánto lo conoce. Comienza dando a conocer un detalle que es propio y frecuente en los enamorados: “Cual centinela solitario y triste / un árbol en tu cima conocí: / allí grabé mi nombre”; y completa el verso con una pregunta que confirma la conversión de cerro-Ancón, en hombre-Ancón: “¿qué lo hiciste?”. En el verso siguiente le reclama: “¿por qué no eres el mismo para mí?” Adviértase que es un reclamo de amor, y por eso lo dirige al ser amado, no a sus secuestradores.
En las cinco preguntas siguientes que le dirige Amelia al amado perdido, la pregunta tercera de la tercera estrofa revela por primera vez que el amado fue “libre”, lo que quiere decir que ahora es un prisionero. Veamos la estrofa completa para apreciar lo afirmado: “¿Qué has hecho de tu espléndida belleza / de tu hermosura agreste que admiré? / ¿Del manto que con regia gentileza / en tus faldas de libre contemplé?”. Esta pregunta es una acusación, un reclamo, no al amado, esta vez, sino al o los secuestradores del amado.
Con la cuarta y quinta pregunta, la figura del intruso no solo es presentada como tal, sino además como un usurpador, al usar los términos “pisarla y extraño” y “secó” Veamos: “¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente / al pisarla un extraño se secó?”.
En la penúltima estrofa, Amelia deja ver con toda claridad que el responsable de la separación de ellos no es el amado, sino los que tienen prisionero al amado, queja dolorosa que emerge cuando dice: “Sé que no es el mismo; quiero verte / y de lejos tu cima contemplar”, pero también aclara que su amor a él es igual: “me queda el corazón para quererte, / ya que no puedo junto a ti llorar”.
Amelia Denis termina el poema dirigiéndose siempre al amado, por lo que el cerro mantendrá su personalización desde el principio hasta el final del poema. Y al reafirmar que su condición de prisionero le produce un profundo dolor, su dolor pasa a ser una queja, un reclamo, una acusación: “Centinela avanzado, por tu duelo / lleva mi lira un lazo de crespón, / tu ángel custodio remontose al cielo... / ya no eres mío, idolatrado Ancón!”.
Ese accidente geográfico conocido como cerro Ancón, por estar situado en el Istmo, en cuyas faldas se levantó la nueva ciudad de Panamá, en uno los lados, y en el otro lado de sus faldas se abrió la zanja que unió el océano Pacífico con el océano Atlántico, es parte de la identidad geográfica de Panamá. Pero Amelia Denis escribe un poema que lo transforma en un símbolo del anhelo nacional de una soberanía completa. Es más, el poema, a partir de su creación en 1906 y su publicación en Panamá, se convirtió en el gran animador de lo que los panameños consideraron un deber nacional: la lucha por rescatar el cerro Ancón.
El autor es académico numerario y profesor