Un trío de científicos de Estados Unidos, Francia y Canadá fue galardonado ayer martes con el Premio Nobel de Física 2018 por su avance en la tecnología láser que convirtió haces de luz en herramientas de precisión para todos los campos, desde las cirugías oculares hasta la micromaquinaria.
Arthur Ashkin, de 96 años y miembro de Bell Laboratories en Estados Unidos, obtuvo la mitad del premio por inventar las “pinzas ópticas”; mientras que el francés Gérard Mourou, de 74 años, -quien tiene también la ciudadanía estadounidense-, y la canadiense Donna Strickland compartieron la otra mitad por su trabajo en los láseres de alta intensidad.
Las invenciones de los tres científicos datan de los años de 1980 y a lo largo de los años lograron revolucionar la física de los láseres.
“Los instrumentos avanzados de precisión están abriendo áreas inexploradas de investigación y una multitud de aplicaciones industriales y médicas”, dijo la Academia, y anunció el premio de 9 millones de coronas suecas (1 millón de dólares).
Logros
Arthur Ashkin fue premiado por desarrollar la “pinza óptica”, un instrumento que permite manipular organismos extremadamente pequeños, como células o bacterias. En 1987 logró atrapar bacterias vivas sin dañarlas y conservándolas en un ambiente estéril. Las pinzas se utilizan desde entonces en los laboratorios para estudiar los microorganismos, pero también en las nanotecnologías para el control de micromotores e incluso en los inhaladores de asma.
Por su lado, Gérard Mourou, y su alumna Donna Strickland, fueron galardonados juntos por desarrollar la técnica de la amplificación de los láseres, llamada Chirped Pulse Amplification, que genera impulsos ultracortos y de gran potencia.
Además de su contribución para el estudio del vacío o los agujeros negros, los trabajos de estos dos científicos permitieron operar a millones de personas que sufrían miopía o cataratas. Mourou se dedicó durante 40 años de carrera a incrementar las capacidades de los láseres y a hallarles usos técnicos o médicos, en particular en la cirugía ocular, pero también en la arqueología.
El ingeniero desarrolló el concepto de “Luz Extrema” y fue uno de los impulsores de la creación del Instituto de Luz Extrema (ILE) y del láser civil Apollon de Paris-Saclay (al suroeste de París), que debería alcanzar una potencia de 5 petavatios, esto es 1/35 de la potencia solar recibida por la Tierra.
El láser que desarrolló puede dar esa potencia durante un tiempo minúsculo, solamente algunos femtosegundos, es decir, menos de una mil billonésima de segundo, por lo cual la energía total equivale a la de una bombilla eléctrica en un par de días. Contactado Mourou dijo: “Uno no se lo espera. Tú te lo puedes imaginar, pero cuando pasa, es diferente”.
La Infraestructura Europea ELI desarrolla la construcción de otros láser en Hungría, Rumania y República Checa, que deberían superar la capacidad de Apollon. Los investigadores esperan hallar en el futuro múltiples aplicaciones, en particular en el procesamiento de desechos nucleares (reduciendo el tiempo de radiactividad), en las técnicas de imágenes médicas, en el tratamiento de tumores o en la limpieza de los millones de minúsculos desechos en órbita de la Tierra.