Tomarse un selfi puede ser todo un arte, entre el encuadre y el foco, que no se vea el brazo estirado y, además, la sonrisa.
Tommy Honton y Tair Mamedov abrieron ayer el Museo del Selfi en Los Ángeles, una exhibición interactiva que explora la historia y el fenómeno cultural que la autofoto representa.
La exhibición comienza con espejos, tal vez el primer selfi. Y es allí donde entran Honton y Mamedov, que entienden el concepto como algo más complejo que el simple registro fotográfico. Los selfis “tienen sorprendentemente una historia muy rica que va tan atrás como el inicio del arte”, explicó Honton. “Rembrandt hizo cientos de autorretratos, Albrecht Durero, cinco; Van Gogh, decenas, hicieron sus propios retratos. ¿Cual es la diferencia? Sí, la técnica artística y la escala, pero en realidad si hubiera habido cámaras y celulares, todos los hubieran hecho”.
Ubicado en Glendale, un suburbio de Los Ángeles, este se une a otros curiosos “museos” de la ciudad: de conejos, de la muerte, del neón y hasta del terciopelo.
La exposición está cargada de datos curiosos sobre el fenómeno, como por ejemplo, que se toman selfis más mujeres que hombres. En Sao Paulo representan el 65.4% de las fotos, en Nueva York son el 61.6% y Moscú se lleva el premio: 82%.
El recorrido incluye una escultura de “Alas de Ángel” de Colette Miller y una obra de Darel Carey, quien usando cinta plástica crea unas salas que son, como lo describe el museo, un “verdadero imán de selfis”.
Una de las fotografías exhibidas es el polémico “selfi del mono” del británico David Slater, blanco de dos años de litigio en California.
Más adelante, en una esquina, se pueden ver tres estatuas que emulan al David de Miguel Ángel con un celular rosa, y en otra el “Trono del Palo de Selfi”, el mismo concepto del trono de hierro de Juego de Tronos.

