Por un mes, una exposición de al menos 38 elementos a los que Claude Viallat les dio un resignificado a través de la pintura, se exponen a la “lectura visual”, en el hotel Hilton Panamá, la librería Papaya Planet y en La Casa Blanca, sede de la Alianza Francesa.
La muestra con piezas del artista nacido en Nimes, Francia, disecciona su devernir creativo desde 1966 a 2017, en una retrospectiva titulada El horizonte del color, inédita para América Central.
La exhibición gratuita es desarrollada por la Embajada de Francia con el apoyo de la galería Ceysson & Benetiere y curada por Nicolás Martín Ferreira.
El recorrido visual parte del movimiento supports/surfaces, fundado en 1969 por el propio Viallat, en el que obliga al espectador a darle una nueva mirada a las creaciones y en la que, como ejecutor, se aparta de la pulcritud del lienzo, retornando a las prácticas del arte nómada o primitivo, en que da validez a casi cualquier elemento para convertirlo en vehículo de sus expresiones artísticas.
En el conjunto de piezas de Viallat, a las cuales rehúsa llamarles “obras de arte”, utiliza cuerdas ásperas tejidas en formas geométricas, cortinas largas y aros nativos como aliados de sus intervenciones pictóricas.
Su reconocimiento como artista vanguardista contemporáneo radica en la reiteración de patrones con perspectivas disímiles y el anclaje de sus piezas en nuevos espacios, procurando, a su vez, otras comprensiones.
El artista de 81 años defiende su originalidad, aunque se inspire en un mismo punto de partida. Ha aplaudido como un padre creador la naturaleza de sus obras que surgen como una continuación de su primera pintura. “Cada obra solo es un fragmento de un mismo cuadro, trabajado desde 1966, como un inmenso ensamblaje o raboutage”, reafirma en el catálogo homónimo de la muestra retrospectiva para Panamá.
Viallat parece salirse del molde, incluso cuando decide agarrar el pincel. En su taller prescinde del caballete, prefiere doblegar su postura en dirección al suelo -como una repetición de un gesto rudimentario- mientras aplica con maestría el color en sus materiales escogidos.
El maestro tiene una fascinación por los pueblos nativos. En 1972 viajó a Estados Unidos donde estudió a los indígenas y se maravilló con las técnicas de Jackson Pollock, que estremecía al pintar con el pincel goteando. “Para mí, la pintura es algo esencialmente nómada”, afirma el maestro, en el libro impreso a propósito de la retrospectiva.
El artista justifica la insertación de elementos distintos a la crema de color. Por ejemplo: en lugar de marcos usa aros para colgar retazos de telas, lo hace en remembranza a los escudos de aborígenes, llamados también los cazadores de sueños, donde los nativo solían poner a secar las pieles de animales. En otros casos, emplea cuerdas en reemplazo de las líneas.
Para él, que ha expuesto tanto en Francia como en otros países por petición pública o privada, las pinturas que ilustran su trayectoria no son obras acabadas, sino “elementos” que propician “posibles preguntas sobre lecturas abiertas”.
