Cheri Lewis: ‘El hilo que nos une’

Cheri Lewis: ‘El hilo que nos une’


Gabriel García Márquez decía, en su discurso de aceptación del Nobel, que nuestra “realidad no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza... Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.

Desde esa idea de la construcción de nuestra realidad, de su cotidianidad que necesita ser escrita, parte la narrativa de Cheri Lewis (Chitré, 1974), cuya obra crece en calidad y oficio, como demuestra su libro de cuentos El hilo que nos une (2019), ganador del Premio Nacional de Cuento José María Sánchez (2019), un libro arriesgado y lúcido que confirma a su autora como una de las voces a tener en cuenta en la literatura panameña.

Esta última obra de Lewis, demuestra, con respecto a su primera colección de cuentos Abrir las manos (Fuga Editorial, 2013), cómo la autora afianza su estilo, persevera en los motivos de su escritura, y apunta de manera intencional a la narración inteligente de unos personajes siempre inesperados, arriesgando en muchos momentos de sus cuentos hasta lo inane, un recurso muy bien utilizado y solventado con mucho acierto.

En el cuento El hilo que nos une, que da nombre al libro y es el más largo, Cheri Lewis hace aquello que García Márquez señala en su discurso: hacer creíble una vez más la vida de las gentes de barrio. El planteamiento de la historia puede parecer trillado, mujer pobre se acuesta con hombre rico, pero en el universo narrativo de Lewis nada es lo que parece, llevándonos por momentos tan cotidianos (allí aparece el riesgo) por medio de una prosa directa, sin explosiones del lenguaje (porque es lo que conviene a esta historia, allí está el oficio) hasta el hecho narrativo (la anécdota) que lo transforma, y nos sumerge en un disfrute estético que no deben perderse.

En Morirse de risa, la autora da una vuelta de tuerca a su oficio utilizando una voz masculina e introduciéndonos más rápido en lo fantástico del cuento. Si el primero transita por los códigos de la “realidad” hasta empujarnos a lo fantástico, en este cuento todo nos conduce hasta una angustiosa y macabra situación que, aunque intuimos cómo puede terminar, no nos permite resistirnos a la intriga de un muy bien trenzado repertorio de giros situacionales que nos empujan a seguir leyendo.

El cuento que cierra este libro es, quizás, el más desconcertante de los tres. La mujer de chocolate, es una historia que nos enfrenta a lo fantástico terrible inmediatamente (es mucho más rápido que los otros dos), apuntando a una necesaria solución fuera de los límites de la “realidad”. Ese “fantástico terrible”, que tan bien maneja la autora, esconde unos códigos que remiten a temas más profundos, y nos muestra su capacidad de solucionar de manera original la exigencia del género.

El hilo que nos une, es una valentía, es una mirada propia. Más allá de la sensualidad que encontrarán o de lo real maravilloso que se experimenta, Cheri Lewis ha decidido darle voz a los deseos y a las pasiones de muchos lectores, hace volar la imaginación por vericuetos poco bien transitados en nuestras letras, y desmonta aquella vieja mentira que repiten muchos opinantes reduccionistas: que los motivos de nuestra literatura son la soberanía, el Canal y demás temas manidos y comunes. Nada más lejos de la verdad y de la justicia intelectual.

Nuestros motivos están allí, en cada esquina del barrio, en nuestros pueblos, en nuestras alcobas. García Márquez tiene razón: muy poco tenemos que pedir a la imaginación, y nuestro desafío es el de siempre, el que apuntaba aquel año 1982 en Estocolmo: “la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida”. Y allí entra Cheri Lewis, para deshacer por medio de su literatura, “el nudo de nuestra soledad” del que tanta falta nos hace librarnos.

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