¿Se puede recibir la segunda dosis de la vacuna de Covid-19 más tarde de lo recomendado inicialmente? ¿Podrían administrarse medias dosis? ¿Y utilizar una vacuna diferente entre la primera y la segunda dosis, es igual de eficaz?
Los gobiernos de todo el mundo se enfrentan ahora a estas preguntas ante una epidemia devastadora y la aparición de variantes del coronavirus al parecer más contagiosas.
Israel toma el liderazgo
Estados Unidos había fijado el objetivo de personas vacunadas en 20 millones para fines de diciembre, pero al 4 de enero solo 4.8 millones habían recibido una primera inyección. El Reino Unido solo ha cubierto al 1.4% de su población mientras que Israel al 13.5%.
Las autoridades británicas marcaron la pauta al anunciar que retrasarían la administración de la segunda dosis de las vacunas hasta tres meses después de la primera, bastante más de las tres o cuatro semanas recomendadas.
El objetivo es lograr que más personas reciban una inyección lo antes posible, incluso si el nivel de protección es menor que el adquirido tras recibir ambas dosis.
La Organización Mundial de la Salud apoyó la posición británica el martes, estimando que la segunda inyección podría retrasarse unas semanas “en circunstancias excepcionales de contextos epidemiológicos y limitaciones de suministro”.
Y en caso de que la vacuna utilizada para la primera dosis ya no esté disponible para la segunda, las autoridades británicas también autorizaron la administración de una vacuna diferente.
Estados Unidos, por el contrario, ha adoptado una línea mucho más prudente.
El lunes por la noche, el director de la agencia de medicamentos (FDA), Stephen Hahn, dijo que se trataba de “preguntas razonables para considerar y evaluar”, pero que tomar una decisión de ese tipo era “prematuro” y “no sustentado sólidamente en la evidencia disponible”.
El debate ha dejado en evidencia las divisiones entre los expertos, pues destacados científicos se han posicionado en lugares opuestos.
Idealmente, las políticas públicas deberían aferrarse a lo que se ha demostrado en los ensayos clínicos. Pero con una epidemia que amenaza con descontrolarse, para algunos la situación está lejos de ser ideal.
“No elegimos tres semanas para (la vacuna) Pfizer o cuatro semanas para Moderna porque pensáramos que es perfecto”, dijo Howard Forman, experto en salud pública de la Universidad de Yale.
“Era la mejor estimación del momento óptimo para administrar la dosis de refuerzo para aumentar la inmunidad”, dijo a la AFP.
“Por lo tanto, ligeros cambios en lo que ya hemos recomendado pueden marcar la diferencia para aprovechar mejor las vacunas que tenemos”.
Estima, no obstante, que retrasar la segunda dosis, considerada crucial para la protección a largo plazo, solo debe hacerse con personas menores de 65 años y sin riesgos específicos.