Las canículas (período del año en que es más fuerte el calor) afectan más a las ciudades que al campo, al transformarlas en burbujas de calor debido a varios factores como los suelos artificiales, la falta de árboles, el círculo vicioso de los acondicionadores de aire y las actividades humanas.
En el campo, la vegetación utiliza la luz solar y el agua del suelo para la fotosíntesis y luego restituye a la atmósfera el agua absorbida. Durante la noche, esta evapotranspiración cesa.
Pero en la ciudad, las superficies son muy impermeables y almacenan la energía solar. Durante la noche, los edificios y las calles de cemento dejan ir el calor acumulado.
El resultado es que suele hacer más calor en una ciudad que en sus suburbios, un fenómeno que se acentúa durante las canículas y durante la noche.
A modo de ejemplo, durante la prolongada y mortífera canícula de 2003 en Francia, la temperatura diurna alcanzaba los 40 ºC y bajaba a entre 23 y 26 ºC en las zonas colindantes de la capital, pero solo a 28 ºC de promedio en el centro, según Meteo France.
Estos islotes de calor urbano pueden acabar ampliando las consecuencias del cambio climático, que a su vez provoca la multiplicación de olas de calor, según los científicos.
