Clyo Mendoza regresa a las librerías con ‘Furia’

Clyo Mendoza regresa a las librerías con ‘Furia’


A través de su pluma, Clyo Mendoza ha explorado la naturaleza humana desde los sentimientos, el erotismo y entre sus luces y sombras. Ha sabido jugar con los distintos géneros literarios, pero es la poesía la que le ha dado una voz y reconocimiento de los expertos y lectores.

Este año publicó su primera novela titulada Furia, un relato salvaje, lleno de crítica y metáforas, en el que los hombres toman un rol principal, pero las mujeres siguen siendo el corazón de la trama. Con Furia, Clyo Mendoza, reflexiona sobre la violencia sistemática y los estados de la conciencia.

En una entrevista para este diario, Mendoza conversó sobre su obra y las cosas que la llenan de furia.

¿Fue planeado el cambio de género literario?

No tenía planeado ni cambiar de género ni la estructura de la historia. Fue algo que fui descubriendo, o que se me fue revelando. Empecé el libro en una residencia de artistas en España. La mayoría de las personas pensaba que la narrativa de Furia (que entonces se intitulaba de otra forma) nunca tendría sentido. Me decían que era una “ida de olla” y probablemente lo sea. De cualquier forma, la estructura se corresponde también con el discurso: intentaba imitar con ella una mente neurodivergente.

Aparte del formato, ¿qué otras cosas diferencian esta obra de sus trabajos anteriores?

En mis libros anteriores, las protagonistas eran siempre mujeres, también transitando en diferentes estados de conciencia. En Anamnesis (2016), mi primer libro, la protagonista (hay protagonistas porque es poesía pero también narra) vive en otra realidad a raíz de un abuso sexual que la hace disociarse de su cuerpo. En Silencio (2018), narro el viaje de una mujer cuyo cuerpo fue lanzado al río por su marido. En Furia, (2021) los protagonistas son hombres, pero no deja por eso de ser un discurso que intente visibilizar la vida de las mujeres y de otros géneros, sus penas, sus amores, sus impulsos. Furia plantea un universo múltiple, donde no sólo hay otras realidades, sino también otras maneras de “razonar”, neurodivergencias, sexodivergencias, nomadismo, todo aquello que no es enunciado por no saber muy bien cómo. Quería desafiar no sólo el género de la novela, también la manera de concebir la realidad.

¿A usted, como mujer, qué le llena de furia?

Aunque me identifico felizmente como mujer, también confío en mi multiplicidad sexual (física) y de conciencia, así que diría que como ser humano me molestan, entre otras muchas cosas, el abuso (en todos los sentidos), las desapariciones (lo peor de la vida es no poder renunciar a la espera). Es algo que no debería sólo molestar a las mujeres, debería generar asco y molestia en todas las personas, independientemente de su género.

¿Como mexicana, que le llena de furia?

Estoy feliz de haber nacido en Oaxaca, pero tampoco siento un ímpetu nacionalista por mi tierra. En general, me gustaría justamente que la migración, el nomadismo fueran cosas naturales y asumibles y que las políticas migratorias no se radicalizaran a partir del biocontrol, como está sucediendo ahora mismo en el mundo a partir de la pandemia. En cuanto a México, prefiero citar a José Emilio Pacheco: “No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible. Pero (aunque suene mal) daría la vida por diez lugares suyos, cierta gente, puertos, bosques de pinos…”.

La furia puede venir de sentir impotencia, de ser víctima, etc., ¿De qué sirve la furia sin acción? Sobre todo en tu obra, donde las decisiones son quizás los grandes detonantes.

La furia es acción. En el mundo nos han obligado a pensar que la ira estorba. Ese famoso dicho de “el que se enoja pierde”, me parece una tontería. Yo confío en el poder transformador de la ira. Los más antiguos dioses que conoció la raza humana eran iracundos si necesitaban serlo. La idea de renunciar a la furia me parece opresiva y sistemática. Por supuesto, es algo que, si se une a la espiritualidad, puede guiarnos en un mejor entendimiento de la vida y el buen vivir. El problema es que la gente hoy día está muy lejos de Dios, o está confundiéndole con una religión o una disciplina.

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