Ese lunes por la mañana, Luis empezó su día con el pie izquierdo.
Se levantó tarde; juraría que el despertador no sonó. Una vez salió de la cama, se duchó y se vistió en menos de lo que canta un gallo.
Pese a que su estómago le gruñía, hizo caso omiso a su llamado y partió sin desayunar.
Manejó rumbo al trabajo y se encontró con que el tráfico vehicular estaba más denso que nunca. Entonces cayó en la cuenta de que el conteo regresivo para que llegue diciembre se acorta, lo que despierta la euforia social característica de celebraciones como Día de la Madre, Navidad y Año Nuevo.
Una vez en su oficina, su sistema digestivo volvió a emitir otro rugido que interrumpió el silencio reinante. Siguió trabajando. Para calmar el hambre optó por tomar café. Miraba el reloj y apenas eran las 8:00 a.m.
Si se siente identificado con este caso, hágase esta pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que se tomó al menos 20 minutos para comer con conciencia plena, enfocándose en qué come y en la forma en cómo lo come, mientras conecta sus cinco sentidos en el acto?
La psicóloga panameña María Eugenia de Martín, especialista en trastornos de la alimentación, invita a hacerse esta introspección, y brinda detalles sobre “Mindful eating” o “Comer con atención plena”, una herramienta científica que permite “restaurar la mala relación con la comida, cualquiera que sea”, afirma.
Este recurso lleva a que la persona esté más consciente de la forma en como come, mas no es un régimen nutricional, aclara la terapeuta, quien hace un año hizo un entrenamiento sobre la herramienta en el programa “Mindful Eating - Conscious Living” del Centro de Mindfulness de la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos, pero dictado en México en esa ocasión.
VÍNCULO ESTÓMAGO-CEREBRO
Al comer existe una conexión entre el cerebro y el aparato digestivo.
La amígdala —un conjunto de núcleos de neuronas presente en el cerebro— es “el órgano encargado de todas las emociones primitivas, sobre todo el miedo”, explica.
De acuerdo con de Martín, diversos estudios —en que los participantes son sometidos a resonancias magnéticas— realizados en monjes y personas que meditan, han hallado que “la amígdala de estas personas es mucho más grande que la de los otros sujetos que no meditan”.
En este sentido, explica que con Mindfulness, científicos han encontrado “una mayor regulación de las emociones” ya que la amígdala se ejercita. “Es como si se llevara este ‘órgano de la atención’ al gimnasio, y a través de eso la atención se enfoca, y se pueden regular mejor emociones como miedo, estrés, enojo”.
Contrario al ejemplo de Luis, la psicóloga aconseja comer estando “consciente en el momento presente”. Lea en la siguiente página cuáles son los diversos tipos de hambre que existen.