Tony Earle es un hombre de ciencia, de metas y riesgos. Si el refrán “la curiosidad mató al gato” fuera cierto, este médico patólogo no viviría hoy para poder contar sobre sus aventuras como aficionado a la astronomía y como montañista.
En esta última faceta, este panameño comenta que su primera gran montaña —el Citlaltépetl o Pico de Orizaba, la tercera cima más alta de Norteamérica— fue “un total desastre; quedé semiinconsciente, pero ¡tomé nota de todos los errores cometidos!”, afirma.
Su interés por el turismo de montaña, cuenta, lo tiene desde siempre, muy posiblemente “porque veía los documentales en TV de montañistas haciendo cimas en las grandes cordilleras” cuando joven.
Haciendo remembranzas, Earle apunta que empezó esta afición “haciendo cerros aquí en Panamá hace unos 25 años, como Cerro Chame, Gaital en El Valle de Antón y Campana. Luego hice el volcán Barú en tres ocasiones y hace casi 10 años empecé a hacer alta montaña fuera de Panamá”.
Este panameño añade que su primera gran montaña fue el Citlaltépetl o Pico de Orizaba.
Luego, empezó a viajar al menos una vez al año a Suramérica, a destinos como Perú, Ecuador, Chile y Bolivia, logrando hacer varias cimas en Los Andes de más de 5 mil metros de altitud (Vallunaraju, Urus, Ishinca, Cerro Plomo, Pisco), así como su primera de 6 mil metros: el Huayna Potosí.
“Quise cambiar de escenario el año pasado, por lo que me dirigí a Los Alpes donde logré dos cimas: el Aiguille du Tour y la montaña más alta de la Unión Europea, el Mont Blanc”.
Earle, en una entrevista con este diario, brinda detalles de su profesión y de su pasión por el montañismo.
Usted es médico. ¿Cuál es su especialidad y su desempeño actual?
Soy médico patólogo en el Complejo Hospitalario Metropolitano y profesor de histología, patología e historia de la medicina en varias universidades.
La especialidad de patología quirúrgica y anatómica es, esencialmente, realizar un diagnóstico en base a muestras de tejidos (o biopsias) que se toman de pacientes.
A través de estudios morfológicos (es decir, vemos la muestra al microscopio) o utilizando estudios moleculares, realizamos un diagnóstico que le ayude al clínico a dar un tratamiento adecuado.
¿De qué manera su faceta como médico se complementa con el turismo de montaña?
Siempre me ha gustado conocer y entender todos los aspectos de los hobbies que practico.
En el caso del montañismo, el ser médico y patólogo me ha facilitado comprender los innumerables cambios fisiológicos que sufre el cuerpo cuando se expone a altitudes extremas y, sobretodo, las posibles enfermedades y complicaciones asociadas a la alta montaña, algunas de las cuales son potencialmente letales.
El “Mal de Montaña” (con sus manifestaciones más extremas, que son el edema cerebral y pulmonar), la insomnia por altitud (por la hipoxia del ambiente que causa extraños patrones de respiración nocturna), la bronquitis de altura (por respirar aire frío y seco), la afectación de la córnea, párpados, cristalino y retina por efecto de la radiación ultravioleta intensa, el congelamiento y la hipotermia son solo algunos de los problemas médicos que uno puede encontrarse mientras realiza actividades de alta montaña.
Así que, para mí, es fascinante poder entender todos estos fenómenos y cambios que afectan el cuerpo por la altitud, la radiación solar y el frío extremo.
Una vez en la cima, ¿cómo es la sensación de apreciar la vista y el hecho de contemplar lo escalado?
La sensación es indescriptible y abrumadora.
Meses de preparación física y mental, de estudiar y leer sobre la montaña que vas a escalar (la característica de las rutas de ascenso, las experiencias de previos escaladores), la logística y preparación del equipo que se adecúe a las exigencias de esa montaña en particular…
Todo eso se manifiesta y aglutina en los pocos minutos que uno pasa en la cima. Es, literalmente, alcanzar la cúspide de toda una serie de sensaciones y emociones que uno empieza a acumular (consciente e inconscientemente) desde el momento que se fija la meta de hacer una cima en particular ocho o diez meses atrás.
¿Realiza alguna rutina de ejercicios específica o lleva una dieta alimenticia en especial para ello?
Cuando ya tengo programada una montaña (usualmente con un mínimo de ocho meses antes), inicio mi entrenamiento. Básicamente es ejercicio para aumentar capacidad cardiorrespiratoria y resistencia muscular, sobre todo en las piernas.
Salgo a correr unas cinco veces por semana varios kilómetros. Cerca de mi casa hay algunas lomas empinadas, así que las utilizo para correr, y así entreno cardio y piernas a la vez. Y todos los días hago algo de pesas con poco peso y muchas repeticiones para aumentar resistencia muscular.
Sobre la dieta, lo único que hago es aumentar mi ingesta proteica y calórica para mantener el peso.
Mencione una anécdota que recuerde de sus travesías.
Descendiendo del Vallunaraju en Los Andes peruanos, tuvimos un percance cuando uno de mis compañeros de cordada [un grupo de personas que puede ser de dos a cuatro, unidas por una cuerda para avanzar en terrenos peligrosos] se resbaló en un estrecho paso que bordeaba una pendiente empinada de hielo de varios cientos de metros de caída.
Mi compañero y yo actuamos rápido para evitar que nos fuéramos todos por el acantilado. Al final, no pasó a mayores y seguimos descendiendo sin contratiempos hasta llegar al campamento base.
Esa noche en las carpas, evaluando el “incidente”, nos dijimos: “Bueno, suficiente. De ahora en adelante nos vamos a dedicar a algún otro deporte menos riesgoso…”, y en menos de 24 horas después, ¡ya estábamos pensando en nuestra próxima montaña!
Increíblemente: el hambre, la sed, el sueño, el cansancio, las incomodidades, el frío, los peligros… todo se olvida, y uno nuevamente empieza a planear la próxima montaña a los pocos días.