El consumo de más de cuatro comidas al día, de bebidas gaseosas, zumos de frutas azucarados, bollería industrial, margarinas o barritas de cereales eleva la probabilidad de morir de cáncer o enfermedades cardiovasculares. La obesidad mata. No es solo un problema estético.
Estas son las conclusiones de un estudio publicado recientemente en The British Medical Journal, que transforma en datos lo que ya intuíamos: nutrirse de alimentos ultraprocesados (más de cuatro raciones diarias) aumenta un 62% el riesgo de mortalidad.
La investigación es de matiz observacional, pero revela que no existe una relación causal entre la alta mortalidad y la ingesta de comida basura. Para llevarla a cabo se siguieron durante 15 años los hábitos alimenticios de casi 20 mil personas (12 mil 113 mujeres y 7 mil 786 hombres con una edad media de 38 años). En ese tiempo se registraron 335 muertes.
Transformación de los alimentos
En Panamá hay una prevalencia del 62.2% de sobrepeso en adultos, mientras que la obesidad afecta a un 26.8%, de acuerdo con los últimos datos disponibles de la Organización Panamericana de la Salud de 2016. ¿Pero a qué se deben estas cifras? Más allá de patrones alimentarios inadecuados en la sociedad panameña, que privilegian la ingesta de estos productos con mayor carga de azúcares frente a otros más sanos, detrás de esta tendencia hay razones socioeconómicas que inciden en las poblaciones con menos recursos.
“En muchos países de América Latina, como Panamá, los alimentos de mayor valor nutricional, como las frutas o las hortalizas, cuestan más que los alimentos ricos en azúcares, lo que tiene un gran impacto en las bolsas de pobreza”, sostiene el coordinador subregional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para Mesoamérica, Tito E. Díaz.
Por su parte, Mirna Mencomo, presidenta de la Asociación de Nutricionistas Dietistas de Panamá, apunta a que la falta de tiempo también determina la incapacidad de las familias para obtener los alimentos necesarios para una vida saludable. “No hay tiempo para cocinar en casa porque el panameño se la pasa en el tranque. Al final casi todos compran comida rápida en los puestos de la calle. Saben que son perniciosos, pero es la alimentación más barata y rápida”, argumenta.
En febrero de este año, la Asamblea Nacional de Panamá aprobó el proyecto de ley 570, que establece un impuesto selectivo del 8% a las bebidas azucaradas. Es pronto para valorarla, pero en México una tasa similar aprobada en enero de 2014 consiguió reducir el consumo de estos líquidos un 12%. Pero para atajar el problema de raíz, no bastaría con esta medida.
“Es necesario implementar una educación nutricional para que la gente sepa qué está consumiendo y por qué debería elegir alimentos sanos. A esto contribuiría un sencillo etiquetado de los productos alimenticios procesados que informe claramente al consumidor sobre cuáles son los alimentos más o menos sanos y una mayor regulación de la publicidad agresiva de productos no saludables”, señala el responsable de la FAO.
Para la nutricionista Mencomo, la prevención es la clave, aunque lamenta que este aspecto “se ha descuidado”. “La mayor parte de los alimentos que vemos en el supermercado son importados, lo que es nocivo no solo para salud, sino para mantener una agricultura sostenible en el país. Además, encarece los precios”, destaca.
El clima tropical favorece que los panameños lleven un estilo de vida sedentario, pero la falta de ejercicio físico o el ocio ligado a ver la televisión en el sillón es precisamente otra de las causas que favorecen el consumo de los alimentos ultraprocesados. El estudio que clasificó el consumo de estos alimentos en cuatro categorías (baja, media-baja, media-alta y alta), en función de la cantidad ingerida, establece que el grupo que más los consume pasa más tiempo viendo la televisión, come más entre horas y tiene más tendencia a ser sedentario.
“Lo más complicado es cambiar los hábitos de los panameños. Muchos creen que existen dietas milagrosas que les hará perder peso en poco tiempo, de hoy para mañana. Pero esto no existe. Yo siempre les digo que dejar de tener sobrepeso es carrera de resistencia”, matiza Mencomo.
Hay un punto positivo en este mapa nutricional. Hoy los panameños se preocupan más de lo que comen que hace 10 años. “El rol del consumidor ha cambiado. Ahora está más informado. Cada vez son más los que están atentos a hacer una nutrición saludable con más fibras y semillas. La gente joven prefiere dietas más vegetarianas y esto se ha trasladado a muchos más restaurantes que proponen un menú completo con vegetales…”, manifiesta Díaz.
Ambos expertos coinciden en que en el ámbito de la política pública hay que apostar por una visión integral que garantice el derecho a la alimentación, pero que sea sana y balanceada, y recalcan que es una tarea que debe implicar al sector privado, familias, agricultores, escuelas y, en definitiva, a toda la sociedad civil.
El azúcar, el ingrediente que reina en las ‘dietas chatarras’
El azúcar está presente en la mayoría de las dietas de la comida basura. Es una parte fundamental de los productos elaborados. Por ejemplo, en una lata de refresco de cola hay 36 gramos de azúcar que serán absorbidos rápidamente por el intestino provocando una subida de insulina. Si no se quema de forma rápida a través de alguna actividad física, se almacenará inevitablemente en las caderas o en la cintura.