‘Dos soledades’. Dos novelistas de entonces

‘Dos soledades’. Dos novelistas de entonces
Dos soledades: Un diálogo sobre la novela en América Latina, es uno de los tres libros que Alfaguara ha publicado este año. Captura de parte de la portada del libro.


Aquel encuentro de septiembre de 1967, en Lima, quedó grabado e impreso para ser, de alguna forma, un punto del pasado al que mirar para corroborar qué tanto de aquellas palabras, intuiciones estéticas, convicciones políticas, modos de ver América Latina y su literatura, se cumplirían. Dos soledades: Un diálogo sobre la novela en América Latina, es uno de los tres libros que Alfaguara ha publicado este año, además de Historia de un deicidio, de Mario Vargas Llosa, y Gabo y Mercedes: una despedida, de Rodrigo García, que de alguna forma cierran la amplia bibliografía escrita por los propios protagonistas del “boom” latinoamericano, y que tiene en estos dos escritores sus más grandes exponentes.

Desaparecido por muchos años (como Historia de un deicidio), esta transcripción del diálogo que mantuvieron Gabriel García Márquez (Nobel en 1982) y Vargas Llosa (Nobel en 2010), es puesto en las manos de los lectores con un doble propósito para mí: ser, por un lado, ese punto del pasado hacia el que mirar y, además, una puesta en limpio del espíritu del escritor, de los elementos fundamentales que lo constituyen y que no han perdido su vigencia. En medio de una nueva ola de publicadores de sueños, cabe repasar la actitud que permeó el oficio de escribir de dos de los más importantes escritores de la historia de la literatura.

García Márquez está en Lima, invitado a sostener un diálogo con Vargas Llosa, que se divide en dos sesiones (5 y 7 de septiembre de 1967), en la Universidad Nacional de Ingeniería. Luis Rodríguez Pastor, relata para esta edición, como si de una película se tratara, la cronología de los hechos alrededor de este acontecimiento literario que levantó gran expectación en la Lima de entonces. Fue la única vez que el colombiano la visitó, pero aquel diálogo ha quedado para la historia, como una suerte de “cifra del fenómeno”: de aquí salen muchos de los elementos que compondrán el análisis y la construcción de aquello que se llamaría para siempre “boom” latinoamericano.

Juan Gabriel Vásquez cuenta que un librero bogotano, “con tono de oráculo”, le dijo, cuando tenía veintiún años y ganas de aprender a ser novelista, que en este libro (entonces descatalogado) había más lecciones valiosas sobre el oficio de escribir que en cualquier facultad de literatura. No se trata de técnicas narrativas, se trata de los elementos constitutivos del espíritu del escritor, y esa es la lectura que quiero hacer en esta reseña.

Uno de esos elementos es la convicción de que el compromiso principal del escritor es escribir bien. Dice García Márquez que ese es “su principal deber político”, además de la brillantez y corrección de la prosa. Esto que parece una simpleza, es el corazón de todo. No es publicar, es escribir y hacerlo desde la sinceridad y la convicción, que sólo conseguirán aflorar a través del buen oficio.

Escribir buenas historias está alimentado por la lectura. Desde los libros de caballería (el Amadís de Gaula o Tirante el Blanco), pasando por la tradición (Borges, al que dice García Márquez detestar pero que lee a diario, porque “me encanta el violín que usa para expresar sus cosas”), hasta llegar a la lectura de sus contemporáneos (Cortázar, Fuentes, Onetti). En este diálogo encontramos impagables ejemplos de cómo la lectura es la que sostiene el oficio de escribir, es la escuela del escritor, parte de su trabajo.

Un tercer elemento es el conocimiento y uso del lenguaje, la conciencia de su manejo. Ambos escritores saben los límites del género en el que trabajan (novela en este caso) y cuáles son las necesidades que sus historias plantean para encontrar soluciones que las concreten: una búsqueda por calibrar el lenguaje hasta hacerlo decir lo que queremos.

Los dos novelistas de entonces, nunca fueron los mismos. Todo cambió desde aquel diálogo, pero lo que nunca dejaron de lado ninguno de los dos fue el compromiso irreductible con su oficio. Ojalá que la lectura de este libro no sólo nos acerque a las claves de todo aquel fenómeno literario, a su historia intelectual y primigenia, ojalá que también transforme nuestra mirada sobre la lectura y el oficio de contar historias, las dos soledades más maravillosas del mundo.

El autor es escritor


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